Renunció dos veces antes de acostumbrarse a la vida de guardaparque, pero al final ganó su compromiso con la naturaleza, que lo llevó a caminar 60 horas todos los meses, adentrándose en el monte y sus peligros para proteger el Santuario Nacional Megantoni.
Ismael Gómez Eroka cuenta que antes de ser guardaparque recorría los ríos como motorista, llevando en bote a los turistas a conocer las maravillas de la cuenca del Urubamba, en la selva de Cusco. “No sabía que iba a trabajar yo en el Santuario, nada, ni soñaba…”-dice; no obstante, lleva ya cinco años vigilando el Megantoni como parte del equipo de guardaparques comunitarios que trabajan con el SERNANP y la Jefatura de esta área natural protegida.
Convivir con la naturaleza es un poco complicado: primera vez que vas, te ilusionas, pero después pucha ahí te lamentas: ¿qué cosa estoy haciendo acá? –dice riendo, recordando la primera vez que salió a hacer patrullaje, cuando se cruzó con una shushupe de unos 5 metros de largo, una de las serpientes más letales de la selva. Para pasarla tuvimos que dar vuelta. Eso sí, le tomaron muchas fotos para el registro de especies observadas.
Los guardaparques vigilan los cambios en la diversidad biológica del Megantoni. “[Hay que] sacar información, qué es lo que hay y qué es lo que no hay dentro del Santuario“. Para ello, nos cuenta Ismael, en sus rutas de patrullaje se detienen cada 7 metros y medio para observar y registrar los animales y plantas que encuentran, debiendo luego hacer sus informes, llenando fichas de amenazas, de monitoreo y de patrullaje.
Pongo de Mainique, en el corazón del Megantoni. Foto: Asier Solana Bermejo / Flikr
Así se puede saber si el Santuario realmente está cumpliendo su función de proteger y mantener a las especies vulnerables que alberga, tales como el oso de anteojos, el oso hormiguero gigante o los guacamayos militares (Megantoni significa “lugar de los guacamayos militares (o megantos)” en lengua matsigenka).
Incluso se puede descubrir especies que no se sabía que vivían en el Santuario. Actualmente, Ismael y su equipo están a la espera de los resultados de la clasificación de una orquídea muy pequeña que no se había visto en el área y que encontraron en una de sus salidas de patrullaje, así como de un animal parecido a un oso de 20 a 30 cm que nadie pudo identificar y apareció en una trampa cámara en una quebrada cerca de Toteroato.
Si bien Ismael trabaja a favor de la naturaleza, esta no siempre paga bien. Recuerda, por ejemplo, el curioso encuentro que tuvieron tres guardaparques y 25 monos choros.
[Escucha a Ismael contar la historia de su encuentro con 25 monos choros en una salida de patrullaje]
Y su trabajo no termina ahí. Como guardaparque, también vigila si se realizan actividades ilegales en esta área intangible. Hay pobladores (…) que se dedican a la caza y a la pesca ilegal, tala ilegal. A veces vienen los madereros, ven el árbol y piensan: “¡me lo bajo, me lo bajo y quién me dice algo…!” Pero no son así las cosas. A la población hay que hacerle entender poco a poco.
Ismael refiere que el año pasado tuvieron dos incidentes con tala de árboles de tornillo y de águano (caoba), aunque no encontraron a los madereros. Y este año identificaron en el área 400 cuartones de madera que estaban listos para transportarse.
Las actividades ilegales no solo suponen un riesgo para los bosques y ecosistemas, sino para los mismos guardaparques. “Hay madereros ilegales que te puedes atravesar con ellos y si son varios fácilmente pueden darte vuelta, en otras palabras. Es un poco complicada la situación de trabajo”.
Así, a pesar del riesgo, sigue trabajando con valentía para revertir los cambios que se vienen sintiendo en el Urubamba:
Yo me acuerdo cuando yo era chibolito, mi abuelo sacaba [pescados] de un rato de estar en el río… ni siquiera demoraba ni media hora, 15 segundos, creo, y ya iba a la casa… y ahora, no hay nada. Tiene que estar dos días o tres días, o dos horas o cinco horas o toda la noche, no hay, no coges nada. Tienes que ir 5 días para que vayas a cazar, para que traigas para la familia, (…) de unos quince años atrás, difícil, no hay nada.
“El objetivo [del guardaparque] es que no se pierda la selva, que haya más control, que no haya contaminación, que no haya agentes extraños. Vigilar el área me está beneficiando no solo a mí, sino a todo el pueblo, a toda la Nación”
Y para ello trabaja con diferentes instituciones, entre ellas la organización indígena COMARU: A veces [esta institución] va a toda la población del Bajo Urubamba, a decirles: Esta área por ustedes se ha creado, a esto ya no le pueden tocar nada, el Santuario es para bien, para nosotros, protegemos algo. Y es que el trabajo en conjunto siempre tiene mejores resultados.
Actualmente, COMARU se encuentra construyendo un sistema de vigilancia indígena integral en la cuenca del Urubamba, que articularía el trabajo de los guardaparques comunitarios, los promotores de salud, lo monitores ambientales y los comités de autodefensa, que vigilan áreas naturales protegidas, la situación de salud, los impactos ambientales y la seguridad del territorio de las comunidades, respectivamente.
El proyecto Fortaleciendo la vigilancia indígena impulsa la organización de sistemas de vigilancia integral en Cusco, Junín, Ucayali y Loreto, y es impulsado por Derecho, Ambiente y Recursos Naturales – DAR, en coordinación con las organizaciones indígenas COMARU, CARE, ORAU y ACODECOSPAT, con el apoyo de la Unión Europea
Ismael y su equipo, así como los diversos equipos de vigilantes indígenas necesitan apoyarse entre sí para realizar una vigilancia integral de la cuenca del Urubamba, y fortalecerse para poder buscar más oportunidades para apoyar la sostenibilidad y mejora del trabajo que realizan, mientras continúan protegiendo el Urubamba, un patrullaje a la vez.