El papa Francisco en su visita ha nuestro país ha dejado grandes y emotivos discursos que nos hecho reflexionar sobre diferente realidades a nivel espiritual, político, social y económico. Ha dejado una huella muy onda en cada palabra y por lo tanto es necesario entender muy en claro sus mensajes. Aquí les compartimos todos sus discursos en las diferentes jornadas en el Perú.
En el balcón de la nunciatura
Redacción, 19 de enero de 2018 a las 16:10
Francisco dio su primer ‘balconazo’ de su visita a Perú. Antes de partir hacia Puerto Maldonado, y después de la insistencia de los centenares de fieles que, día y noche, se agolpan ante la Nunciatura, el Papa salió a la ventana para agradecer a los peruanos el fervor
“Buenos días. Es un lindo día y con entusiasmo yo voy a Puerto Maldonado. Vuelvo en la tarde. Les pido que me acompañen con la oración en este viaje”, dijo Pontífice, quien rezó un Ave María con los presentes.
Ya en la calle, Francisco rompió el protocolo en su camino al aeropuerto para bendecir a una niña enferma, que lo esperaba -en compañía de su padre- a las afueras de la Nunciatura Apostólica, en Jesús María.
El Pontífice se dirigía al coche que lo iba a llevar a su destino cuando vio a la menor, que estaba sentada a un coche. El líder religioso se detuvo para darle un beso y darle la bendición. Luego, intercambió unas palabras con su padre.
El papa Francisco continuó después su camino y abordó el automóvil que lo llevó al aeropuerto para viajar a Puerto Maldonado.
(RD/Agencias)
Encuentro con los pueblos e Iglesia de la Amazonía
Francisco: “Nunca los pueblos originarios estuvieron tan amenazados”
Lo que los indígenas dijeron al Papa en Puerto Maldonado
“Reivindicamos nuestra tierras frente a los foráneos que insisten en quitárnoslas”
(Dominicos)- Está ya todo dicho acerca de las palabras que el papa Francisco dirigió a los pueblos indígenas en Puerto Maldonado pero ¿qué le dijeron ellos al Santo Padre?
Se han escrito ya muchas crónicas sobre lo que el Papa dijo a los pueblos indígenas con los que se encontró en el Coliseo Madre de Dios, pero hay que decir que ellos también tuvieron oportunidad de hablarle y de eso se trataba lo sucedió ayer: de escuchar sus voces y visibilizar sus ricas culturas.
No hablo solo de palabras, sino de imágenes, de gestos, de vida… El Coliseo de Puerto Maldonado era ayer un precioso mosaico de trajes, plumas, pinturas en las caras y el cuerpo de hombres y mujeres que, orgullosos, sacaron sus mejores galas, aquello que les identifica y distingue como pueblo. Si durante años han sido vejados y aun hoy son motivo de burla por sus costumbres, ayer quisieron mostrarse al mundo tal y como son: fruto de tradiciones ancestrales, fuente de sabiduría y conocimiento de la tierra y el cielo. Ayer, al Papa, en el Coliseo, le quisieron decir que están allí y que forman parte de este mundo y que son también hijos de la Iglesia y que tienen mucho que decir y aportar.
Ese Coliseo multicolor le hablaba al Papa de comunión. El mismo Francisco lo reconocía en su discurso jugando con el nombre de esta región Madre de Dios: “No están huérfanos, tienen Madre y donde hay madre hay hermanos y hay familia”. La fe es lo que aunaba a los asistentes al acto, es lo que hace posible la comunión entre las distintas etnias, y su unidad será lo que les haga fuertes frente a los intentos por arrebatarles sus tierras.
También con su alegría hablaron al Papa. O mejor, le cantaron, y le bailaron en un sinfín de coreografías vistosas y músicas llenas de fuerza. ¡Los niños del aeropuerto y de la casa hogar El Principito llevaban semanas ensayando emocionados por estar ante el Papa! Esa alegría habla de un pueblo que, a pesar de los sufrimientos por los que ha pasado a lo largo de su historia, no ha perdido la esperanza en un futuro mejor.
Un día antes de venir el Papa, tuvimos la oportunidad de acudir al río a recibir a los indígenas que venían a ver al Papa. De una de las canoas bajaba un hombre de 99 años que había conocido a los primeros misioneros. La alegría de este hombre, que a duras penas podía caminar, por ver al Papa, es la imagen viva del gozo con el que se han vivido estos días, lo que ha supuesto para estas gentes la llegada del Papa, como signo de esperanza, que ha deseado expresamente visitarles a ellos, en el último rincón de la tierra, durante años los olvidados del mundo.
Pero también hubo palabras. En el Coliseo tuvieron oportunidad de hablar dos jóvenes, hombre y mujer, del pueblo Harakbut. Su mensaje, en primer lugar, fue de agradecimiento a la Iglesia en la persona de los misioneros: “Su llegada, Papa Francisco, hace recordar a los Harakbut al Apagntonë, misionero dominico José Álvarez gracias a quien estamos vivos. El espíritu de nuestros antepasados nos acompaña. Le pedimos que nos defienda”. Al escuchar la palabra Apaktone el Coliseo comenzó a aplaudir con fuerza en recuerdo del mítico misionero dominico que está en el corazón y la memoria de todos.
En su discurso reivindicaron sus territorios “frente a los foráneos que nos ven débiles e insisten en quitárnoslos”. El pueblo indígena desea también mirar hacia el futuro y para eso quieren educar a sus hijos, pero sin que esa educación “borre nuestras tradiciones y lenguas, no olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral”. Y desde este rincón de la Amazonía hacen un llamamiento a toda la humanidad: “Los pueblos de la Amazonía les queremos decir: todos cuidemos y protejamos nuestra tierra para vivir en armonía”.
En las intervenciones ante el Papa, las mujeres tuvieron un papel muy importante, siendo dos de ellas las que se dirigieron al Papa en dos momentos distintos y quienes hicieron ofrendas del trabajo artesanal. A ellas hizo referencia el Papa en su discurso en la explanada donde hizo una denuncia de la cultura machista que causa violencia a la mujer.
Y como hay cosas que solo se pueden decir y contar en la cercanía y en la intimidad, el Papa también pudo escuchar a nueve representantes indígenas en el ambiente más familiar del almuerzo en el Centro Pastoral Apaktone. Pero lo que ahí se dijo queda entre el Papa y los indígenas…
Finaliza una visita histórica, que va a marcar un antes y un después en la Iglesia Amazónica que va a tener mucho protagonismo en la Iglesia del futuro. Monseñor David Martínez de Aguirre puede estar orgulloso de las gentes de su Vicariato que, con ilusión y cariño, han hecho posible la organización y buen desarrollo de la visita Papal, demostrando que los cristianos de esta tierra amazónica pueden comenzar a caminar solos y ser sujetos activos de evangelización.
Pide a la Amazonía “no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso”
Jesús Bastante, 19 de enero de 2018 a las 17:45
Jesús Bastante).- “Una Iglesia con rostro amazónico, una Iglesia con rostro indígena“. El sueño del Papa Francisco de visitar el pulmón del planeta se hizo realidad esta tarde, con un histórico y emocionante encuentro con las poblaciones originarias de Puerto Maldonado, en el que Bergoglio bailó, rió, se emocionó y escuchó las reivindicaciones de un pueblo que “nunca estuvo tan amenazado“. Y gritó con ellos a la conciencia de los poderosos, para denunciar la trata de personas, la mano de obra esclava y el abuso sexual, que “es un clamor que llega al cielo”.
El Papa fue recibido por el obispo dominico español David Martínez. A Francisco se le nota feliz por tocar, por fin, las puntas de la Amazonía, uno de los pulmones del planeta, y que tan bien ha dibujado en su magnífica Laudato Sí. Francisco vino “a escuchar”, a “ver en vuestros rostros el reflejo de esta tierra”. Y la vio, la tocó, la sintió: primero, en el abrazo que se dio con varias decenas de niños; segundo, en el abrazo que su presencia supuso para una de las zonas más amenazadas de la Tierra, “el gemido de la Madre Tierra”.
Y vino con una idea muy clara: defender a los pueblos de la Amazonía de la explotación de los terratenientes. “Nunca los pueblos originarios estuvieron tan amenazados”, denuncia, claro, conciso, Bergoglio. Y muestra un profundo respeto hacia los derechos de cada pueblo, de cada cultura, especialmente de los más empobrecidos. “Cada cultura que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia“.
El Coliseo Regional ‘Madre de Dios’ de Puerto Maldonado es fiel reflejo de la Iglesia que pretende Francisco. Un recinto circular, en el que todos pueden verse unos a otros, cada uno con sus diferencias, sus distintos ropajes y sensibilidades. Tal y como querrá que sea el próximo Sínodo de la Amazonía.
“Su mirada ha descubierto la riqueza mayor de la Amazonía, que no son la madera ni los minerales, que son sus pueblos. Aquí los tiene”, señaló el dominico español. “Rostros que dan fe de sus luchas y esperanzas, sabidurias que dialogan con la naturaleza, en armonía con ella”, recalcó David Martínez. “Ellos son sus mejores interlocutores”.
En su saludo al Papa, representantes de los pueblos originarios denunciaron ante el Papa la explotación de nuestros recursos naturales”: los cortadores de árboles, los buscadores de oro, las compañías petroleras, los que abren caminos de cemento. “Ellos entran en nuestro territorio, moriremos cuando los foráneos perforen la tierra, cuando envenenen y malogren nuestros ríos”, afirmaron Héctor Sueyo y Yésica Patiachi, del Pueblo Harakbut.
“Hoy estamos vivos, y seguimos resistiendo (…).Le pedimos que nos defienda. Los foráneos nos ven débiles e insisten en quitarnos nuestro territorio (…). si logran quitarnos nuestras tierras podemos desaparecer”.
“Queremos que nuestros hijos se eduquen y no sean discriminados como nosotros”, subrayaron. “Somos pueblos originarios, hemos vivido desde tiempos remotos. Nuestra herencia ancestral es nuestra lengua. Nos sentimos orgullosos de pertenecer a un pueblo originario y hablar nuestra lengua”
El cielo está muy molesto, y llora, porque estamos destruyendo nuestro planeta. “Si no tenemos alimento, moriremos de hambre. Todos los pueblos de la Amazonía les queremos decir a ustedes: Cuidemos y protejamos nuestra tierra para vivir en armonía”
“Lleve el mensaje de Dios, acompáñenos como Jesús. Gracias papa Francisco, por escucharnos”. Entre unos y otros parlamentos, algunos de los más ancianos representantes de las comunidades originarias se levantaban, sin protocolo alguno, y saludaban a Bergoglio. Es su tierra, son sus normas, es su historia… y su futuro.
María Luzmila Bermeo, indígena awajún, criticó cómo “hemos agredido al bosque, matando peces con barbasco y chichorro, talando árboles, cazando muchos animales, contaminando los ríos con minería, sacando oro de los ríos, explotando el petróleo. Ahora no tenemos muchos recursos naturales. No cuidamos. No respetamos la naturaleza. Más bien contaminamos toda la naturaleza”, pidió al Papa que “ore mucho para que la amazonia no pierda sus saberes, sus riquezas, sus culturas y sus valores”. Finalmente, representantes de otras tribus leyeron, en sus dialectos, algunos pasajes de la Laudato Sí, que en su lengua suena aún más hermosa, aún más auténtica, aún más amazónica.
El Papa vino a escuchar, pero también a hacer sonar su voz, hacer que su voz reflejara el llanto y las legítimas aspiraciones de los pueblos originarios. Así lo hizo. “He deseado mucho este encuentro. Quise empezar desde aquí la visita a Perú. Gracias por vuestra presencia y por ayudarnos a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra. Un rostro plural, de una enorme riqueza”
“Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”, proclamó el Papa, quien subrayó “las hondas heridas que llevan consigo la Amazonía y sus pueblos”. “He querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas”.
“Probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora” denunció Francisco, quien señaló a “los grandes intereses económicos” que “apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos”. También, por las amenazas contra su vida y su forma de vivirla.
Así, el Papa señaló cómo “hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una despensa inagotable de los estados, sin tener en cuenta a sus habitantes”. Por eso, “considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos, asumiendo y rescatando la cultural, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que le son propias. Un diálogo intercultural en el que ustedes sean los principales interlocutores”.
“Permítanme decirles que si para algunos ustedes son considerados un obstáculo o un estorbo, ustedes son un grito a la conciencia (…), son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la casa común”, recalcó.
Una defensa de la tierra que tiene que estar unida a la defensa de la vida, amenazada por “los derrames de hidrocarburos” o la minería ilegal, pero también por “la trata de personas, la mano de obra esclava o el abuso sexual, contra adolescentes y mujeres, es un clamor que llega al cielo”.
“No nos hagamos los distraídos. Hay mucha complicidad”, denunció el Santo Padre, quien se comprometió a que la Iglesia “nunca dejará de gritar por los descartados y por los que sufren”.
“El reconocimiento de estos pueblos, auténticos interlocutores, nos recuerda que no somos poseedores absolutos de la creación”, apuntó, pidiendo a los pueblos originarios que mantengan “su cosmovisón, su sabiduría”. Al tiempo, denunció las “políticas de esterilización” de las poblaciones aborígenes.
“En momentos de crisis pasadas, ante diferentes imperialismos, las familias han sido la mejor defensa de la vida”, recordó, pidiendo “no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso, que van estableciendo un pensamiento único, uniforme y débil”.
“Muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharlos”, clamó Bergoglio, quien pidió a los pueblos que “no sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos. Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”.
“La Iglesia no es ajena a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas”, y por ello convocó el Sínodo de la Amazonía, cuya primera reunión “será aquí, hoy, esta tarde“.
Palabras del Papa:
Queridos hermanos y hermanas:
Junto a ustedes me brota el canto de san Francisco: «Alabado seas, mi Señor». Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas con este encuentro. Gracias Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, señor Héctor, señora Yésica y señora María Luzmila por sus palabras de bienvenida y por sus testimonios. En ustedes quiero agradecer y saludar a todos los habitantes de la Amazonia.
Veo que han venido de los diferentes pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros. También veo que nos acompañan pueblos procedentes del Ande que se han venido a la selva y se han hecho amazónicos. He deseado mucho este encuentro. Gracias por vuestra presencia y por ayudarme a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra. Un rostro plural, de una variedad infinita y de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual. Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5).
Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven!
Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos. Y he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.
Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.
Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias. Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios».[1] El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.
Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases y organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades. Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, con sus vidas son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo. Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común.
La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.
Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? […] No nos hagamos los distraídos. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!».[2]
Cómo no recordar a santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense «que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3). Por desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales. Las palabras proféticas de aquellos hombres de fe -como nos lo han recordado Héctor y Yésica-, son el grito de esta gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.
De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV). Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas les obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye.
El reconocimiento de estos pueblos -que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores- así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación. Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos.[3]
La cultura de nuestros pueblos es un signo de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos. La familia es y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener vivas nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos. Ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida. No nos olvidemos que «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal».[4] Y la única manera de que las culturas no se pierdan es porque se mantienen en dinamismo, en constante movimiento. ¡Qué importante es lo que nos decían Yésica y Héctor: «queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas, no queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral»!
La educación nos ayuda a tender puentes y a generar una cultura del encuentro. La escuela y la educación de los pueblos originarios debe ser una prioridad y compromiso del Estado; compromiso integrador e inculturado que asuma, respete e integre como un bien de toda la nación su sabiduría ancestral, nos lo señalaba María Luzmila.
Pido a mis hermanos obispos que, como se viene haciendo incluso en los lugares más alejados de la selva, sigan impulsando espacios de educación intercultural y bilingüe en las escuelas y en los institutos pedagógicos y universidades.[5] Felicito las iniciativas que desde la Iglesia Amazónica peruana se llevan a cabo para la promoción de los pueblos originarios: escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el CAAAP y CETA, novedosos e importantes espacios universitarios interculturales como NOPOKI, dirigidos expresamente a la formación de los jóvenes de las diferentes etnias de nuestra Amazonia.
Felicito también a todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva. También felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la literatura, la artesanía, la música, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien, que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharles.
¡Cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas! Lo han hecho inspirados en el Evangelio. Cristo también se encarnó en una cultura, la hebrea, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. No sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos.[6] Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo. La Iglesia no es ajena a vuestra problemática y a sus vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas. Ayuden a sus obispos, misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esta manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena. Con este espíritu convoqué un Sínodo para la Amazonia para el año 2019.
Confío en la capacidad de resiliencia de los pueblos y su capacidad de reacción ante los difíciles momentos que les toca vivir. Así lo han demostrado en los diferentes embates de la historia, con sus aportes, con su visión diferenciada de las relaciones humanas, con el medio ambiente y con la vivencia de la fe.
Rezo por ustedes, por su tierra bendecida por Dios, y les pido, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Muchas gracias.
Tinkunakama (Quechua: Hasta un próximo encuentro).
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[1] Carta enc. Laudato si’, 146.
[2] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 211.
[3] Son preocupantes las noticias que llegan sobre el avance de algunas enfermedades. Asusta el silencio porque mata. Con el silencio no generamos acciones encaminadas a la prevención, sobre todo de adolescentes y jóvenes, ni tratamos a los enfermos, condenándolos a la exclusión más cruel. Pedimos a los Estados que se implementen políticas de salud intercultural que tengan en cuenta la realidad y cosmovisión de los pueblos, promoviendo profesionales de su propia etnia que sepan enfrentar la enfermedad desde su propia cosmovisión. Y como lo he expresado en Laudato si’, una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes. Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas.
[4] Carta enc. Laudato si’, 145.
[5] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 530.
[6] Cf. ibíd., 531.
Encuentro con la población en el Instituto Basadre“
Los falsos dioses, ídolos de la avaricia, dinero, del poder, lo corrompen todo”
Clamor del Papa contra el machismo: “No se puede normalizar la violencia contra la mujer”
Jesús Bastante, 19 de enero de 2018
(Jesús Bastante).- “No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades”. El Papa Francisco lanzó un fuerte mensaje contra el machismo en un breve encuentro con la población de la zona en el Instituto Superior Jorge Basadre de Puerto Maldonado.
Un breve encuentro (justo después acudió al Hogar El Principito) en el que participaron varios de los catequistas que día a día trabajan por inculturar el Evangelio en este rincón del mundo. “Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada… pero no somos la tierra de nadie”, señalaron Arturo y Margarita en representación de todo un pueblo.
Vinieron habitantes no sólo de la Amazonía peruana, sino también de otros países vecinos. Brasil, Bolivia, Colombia… Todo el Amazonas estaba allí. Francisco lo agradeció. “¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar!“.
“Esta tierra tiene rostros: los tiene a ustedes”, clamó Francisco, quien advirtió del “mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios”.
Frente a ellos, el Papa reivindicó el papel de la familia y de la comunidad, frente a los que quieren “una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar”. Nuevas víctimas de la cultura del descarte, “una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses”; una “cultura anónima, sin lazos, sin rostros”, denunció.
“Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir” y que trata igual a la tierra, devastando bosques, ríos y quebradas. También las personas, “usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles»“.
Y de ahí, a la trata de personas, aunque el Papa prefirió hablar “de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro”. “Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias“, subrayó Francisco, quien añadió, con dureza: “No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades”. “No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad” clamó.
“Techo, tierra y trabajo”, son razones para que muchas personas lleguen a la Amazonía, “buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias”, abandonando sus vidas “por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias”, por la extracción del oro. Un oro que “se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos”.
“Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo“, gritó Francisco. “Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos”.
Hay esperanza, que “no es genérica, ni abstracta”. “Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad”, culminó Francisco, que pidió a los habitantes: “Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos”.
Queridos hermanos y hermanas:
Veo que han venido no sólo de los rincones de esta Amazonia peruana, sino también de los Andes y de otros países vecinos. ¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar! Cuánto necesitamos de estos momentos donde
poder encontrarnos y, más allá de la procedencia, animarnos a generar una cultura del encuentro que nos renueva en la esperanza.
Gracias Mons. David, por sus palabras de bienvenida. Gracias Arturo y Margarita por compartir con todos nosotros sus vivencias. Nos decían: «Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada… pero no somos la tierra de nadie». Gracias por decirlo: no somos tierra de nadie. Y es algo que hay que decirlo con fuerza: no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: los tiene a ustedes.
Esta región está llamada con ese bellísimo nombre: Madre de Dios. No puedo dejar de hacer mención a María, joven muchacha que vivía en una aldea lejana, perdida, considerada también por tantos como «tierra de nadie». Allí recibió el saludo y la invitación más grande que una persona pueda experimentar: ser la Madre de Dios; hay alegrías que sólo las pueden escuchar los pequeños.[1]
Ustedes tienen en María, no sólo un testimonio a quien mirar, sino a una Madre y donde hay madre no está ese mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Queridos hermanos, lo primero que me gustaría transmitirles -y lo quiero hacer con fuerza- es: ¡esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia, hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente.
Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar. Por eso nos hace bien repetir en nuestras casas, comunidades, en lo hondo del corazón de cada uno: ¡Esta no es una tierra huérfana! ¡Tiene Madre! Esta buena noticia se va transmitiendo de generación en generación gracias al esfuerzo de tantos que comparten este regalo de sabernos hijos de Dios y nos ayuda a reconocer al otro como hermano.
En varias ocasiones me he referido a la cultura del descarte. Una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses; pareciera que el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos, sin rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir. La tierra es tratada dentro de esta lógica. Los bosques, ríos y quebradas son usados, utilizados hasta el último recurso y luego dejados baldíos e inservibles. Las personas son también tratadas con esta lógica: son usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles».
Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos hemos acostumbrado a utilizar el término «trata de personas», pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad.
Varias personas han emigrado hacia la Amazonia buscando techo, tierra y trabajo. Vinieron buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias. Abandonaron sus vidas humildes, pobres pero dignas. Muchas de ellas, por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de la extracción del oro. Pero el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos.
Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo. Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos. Los animo a que se sigan organizando en movimientos y comunidades de todo tipo para ayudar a superar estas situaciones; y también a que, desde la fe, se organicen como comunidades eclesiales de vida en
torno a la persona de Jesús. Desde la oración sincera y el encuentro esperanzado con Cristo podremos lograr la conversión que nos haga descubrir la vida verdadera. Jesús nos prometió vida verdadera, vida auténtica, eterna. No ficticia, como las falsas promesas deslumbrantes que, prometiendo vida, nos llevan a la muerte.
La salvación no es genérica, ni abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad. Es una manera de hacer visible el Reino de los Cielos, comunidades donde cada uno se sienta parte, se sienta llamado por su nombre e impulsado a ser artífice de vida para los demás.
Tengo esperanza en ustedes, en el corazón de tantas personas que quieren una vida bendecida. Han venido a buscarla aquí, a una de las explosiones de vida más exuberante del planeta. Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos.
A María, Madre de Dios y Madre Nuestra nos encomendamos, nos ponemos bajo su protección. Y por favor, no dejen de rezar por mí.
Dios te salve, María…
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[1] «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25).
Discurso del Papa a los niños acogidos en el Hogar ‘El Principito’:
“Busquen sus raíces y abran los ojos a lo novedoso”
(Texto completo)
19 ENERO 2018ROSA DIE ALCOLEAVIAJES PONTIFICIOS
(ZENIT – 19 enero 2018).- “Los necesitamos auténticos, jóvenes orgullosos de pertenecer a los pueblos amazónicos y que aportan a la humanidad una alternativa de vida verdadera”, así se dirigió el Papa Francisco a los niños del Hogar de acogida ‘El Principito’, en Puerto Maldonado, a quienes llamó “estrellitas que iluminan en la noche”.
“El mundo los necesita a ustedes, jóvenes de los pueblos originarios, y los necesita tal y como son”, les alentó el Papa. “¡No se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar! Los necesitamos como motor, empujando”.
Asimismo, Francisco animó a los niños amazónicos: “Escuchen a sus abuelos, valoren sus tradiciones, no frenen su curiosidad. Busquen sus raíces y, a la vez, abran los ojos a lo novedoso, sí… y hagan su propia síntesis. Devuélvannos al mundo lo que aprenden porque el mundo los necesita originales, como realmente son, no como imitaciones”.
Esta mañana, 19 de enero de 2018, a las 12:15 horas (18:15 h. en Roma), daban la bienvenida al Papa Francisco unos cientos de personas entre los niños invitados, jóvenes y operadores de la asociación que gestiona la instalación de recepción.
El Hogar ‘El Principito’ acoge a niños y adolescentes abandonados. La Fundación ‘APRONIA’, que dirige el Hogar, es un conjunto de servicios dedicados a la infancia y a la adolescencia con una acogida las 24 horas, todos los días del año. El hogar ofrece alrededor de 30 puestos para niños y jóvenes, desde los 4 años de edad Los jóvenes se quedan hasta que pueden empezar una vida independiente.
Después de que los niños interpretaran unas canciones al Santo Padre, el Director del Hogar ‘El Principito’ saludó al Papa y a continuación, un grupo de chicos bailaron una coreografía realizada, y la joven Dirsey, criada en este Hogar ofreció su testimonio, y el Papa les ofreció unas palabras.
“¡Qué testimonio tan bueno el de ustedes jóvenes que han transitado por este camino, que ayer se llenaron de amor en esta casa y hoy han podido formar su propio futuro!”, expresó el Pontífice. “Quiero darles las gracias por su testimonio. Gracias por ser luz de esperanza para todos nosotros”.
El Papa se mostró alegre por ver que estos niños y niñas tienen un hogar donde son acogidos, donde con cariño y amistad los ayudan a descubrir que Dios les tiende las manos y les pone sueños en el corazón.
RD
Sigue el discurso del Papa Francisco en el Hogar ‘El Principito’, en Puerto Maldonado.
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
queridos niños y niñas:
Muchas gracias por este bonito recibimiento y por las palabras de bienvenida. Verlos bailar me llena de alegría.
No podía marcharme de Puerto Maldonado sin venir a visitarlos. Han querido reunirse de diferentes albergues en este lindo Hogar El Principito. Gracias por los esfuerzos que han realizado para poder estar hoy aquí.
Acabamos de celebrar la Navidad. Se nos enterneció el corazón con la imagen del Niño Jesús. Él es nuestro tesoro, y ustedes niños son su reflejo, y también son nuestro tesoro, el de todos nosotros, el tesoro más preciado que tenemos que cuidar. Perdonen las veces que los mayores no lo hacemos o que no les damos la importancia que se merecen. Sus miradas, sus vidas siempre exigen un mayor compromiso y trabajo para no volvernos ciegos o indiferentes ante tantos otros niños que sufren y pasan necesidad. Ustedes, sin lugar a dudas, son el tesoro más preciado que debemos cuidar.
Queridos niños del Hogar ‘El Principito’ y jóvenes de los otros hogares de acogida. Sé que algunos de ustedes a veces están tristes por la noche. Sé que echan de menos al papá o la mamá que no está, y sé también que hay heridas que duelen mucho. Dirsey, vos fuiste valiente y nos lo compartiste. Y me decías «que mi mensaje sea una luz de esperanza». Pero déjame decirte algo: tu vida, tus palabras y la de ustedes son una luz de esperanza. Quiero darles las gracias por su testimonio. Gracias por ser luz de esperanza para todos nosotros.
Me alegra ver que tienen un hogar donde son acogidos, donde con cariño y amistad los ayudan a descubrir que Dios les tiende las manos y les pone sueños en el corazón.
¡Qué testimonio tan bueno el de ustedes jóvenes que han transitado por este camino, que ayer se llenaron de amor en esta casa y hoy han podido formar su propio futuro! Ustedes son para todos nosotros la señal de las inmensas potencialidades que tiene cada persona. Para estos niños y niñas son el mejor ejemplo a seguir, la esperanza de que ellos también podrán. Todos necesitamos modelos a seguir; los niños necesitan mirar para adelante y encontrar modelos positivos: «Quiero ser como él o como ella», sienten y dicen. Todo lo que ustedes jóvenes puedan hacer, como venir a estar con ellos, a jugar, a pasar el tiempo es importante. Sean para ellos, como decía el Principito, las estrellitas que iluminan en la noche.[1]
Algunos de ustedes, jóvenes que nos acompañan, proceden de las comunidades nativas. Con tristeza ven la destrucción de los bosques. Sus abuelos les enseñaron a descubrirlos, en ellos encontraban sus alimentos y la medicina que los sanaba. Hoy son devastados por el vértigo de un progreso mal entendido. Los ríos que acogieron sus juegos y les regalaron comida hoy están enlodados, contaminados, muertos. Jóvenes, no se conformen con lo que está pasando. No renuncien al legado de sus abuelos, no renuncien a su vida ni a sus sueños. Me gustaría estimularlos a que estudien; prepárense, aprovechen la oportunidad que tienen para formarse. El mundo los necesita a ustedes, jóvenes de los pueblos originarios, y los necesita tal y como son. ¡No se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar! Los necesitamos como motor, empujando. Escuchen a sus abuelos, valoren sus tradiciones, no frenen su curiosidad. Busquen sus raíces y, a la vez, abran los ojos a lo novedoso, sí… y hagan su propia síntesis. Devuélvannos al mundo lo que aprenden porque el mundo los necesita originales, como realmente son, no como imitaciones. Los necesitamos auténticos, jóvenes orgullosos de pertenecer a los pueblos amazónicos y que aportan a la humanidad una alternativa de vida verdadera. Amigos, nuestras sociedades tantas veces, necesitan corregir el rumbo y ustedes, los jóvenes de los pueblos originarios —estoy seguro—, pueden ayudar muchísimo con este reto, sobre todo enseñándonos un estilo de vida que se base en el cuidado y no en la destrucción de todo aquello que se oponga a nuestra avaricia.
Quiero agradecer al padre Xavier, a los religiosos y religiosas, misioneras laicas que hacen una labor fabulosa y a todos los benefactores que conforman esta familia. A los voluntarios que regalan su tiempo gratuito que es como bálsamo refrescante en las heridas. También agradecer a quienes fortalecen a estos jóvenes en sus identidades amazónicas y los ayudan a forjar un futuro mejor para sus comunidades y para todo el planeta.
Niños, pidamos a Dios que nos dé la bendición.
Que el Señor tenga piedad y los bendiga, ilumine su rostro sobre ustedes, que el Señor tenga piedad y misericordia y los colme con toda clase de favores, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén (cf. Nm 6,24-26; Sal 66; Bendición del Tiempo Ordinario).
Les pido un favor, que recen por mí y gracias por ser las estrellitas que iluminan en la noche.
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[1] Cf. Antoine de Saint-Exupéry, XXIV; XXVI.
Librería Editorial Vaticano
Perú: El Papa ha almorzado con 9 indígenas en Puerto Maldonado
Y con Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, Vicario Apostólico
19 ENERO 2018ROSA DIE ALCOLEAVIAJES PONTIFICIOS
Almuerzo Con Indígenas De La Amazonía Peruana En Puerto Maldonado © Vatican Media
(ZENIT – 19 enero 2018).- El Papa Francisco ha almorzado en el Centro Pastoral ‘Apaktone’, en Puerto Maldonado, con 9 indígenas de la Amazonía peruana y con Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, Vicario Apostólico de Puerto Maldonado, hoy, viernes, 19 de enero de 2018.
Los indígenas amazónicos que se han sentado en la mesa con Francisco han sido: Roger Aparicio Piñarreal, de etnia Matsiguenka, de La Convención; Norma Sánchez Chapay, de la etnia Asháninka, de Purús; Zaqueo Mochi Urrea, de la etnia Asháninka, de La Convención; Saúl Escobar Rodríguez, de la etnia Shipibo, de Ucayali; Maeriaba Martín Koti, de la etnia Matsiguenka, de La Convención; María Luzmila Bermeo, de la etnia Awajun, de Jaén; Nicasio Roque Moreira, de la etnia Awajun, de Jaén; Yésica Patiachi, de la etnia Harakbut, de Madre de Dios; y Héctor Sueyo, de la etnia Harakbut, de Madre de Dios.
El Papa ha regalado al Centro Pastoral ‘Apaktone’ de Puerto Maldonado un bajorrelieve de la huída a Egipto, tallado en la raíz de nogal por el artista copto Kirilos Ghaly, representa un episodio narrado en el Evangelio de Mateo (2: 13-23), comúnmente conocido como la “Huida a Egipto”.
Discurso ante las autoridades en Palacio de Gobierno
“Cuánto mal le hace a nuestros pueblos ese virus social”
El Papa, a Kuczynski: “La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”
“La degradación del medio ambiente está estrechamente ligada a la degradación moral”
Jesús Bastante, 19 de enero de 2018 a las 23:23
(Jesús Bastante).- “La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos“. No sabían dónde meterse. Políticos, empresarios, el mismo presidente Kuczynski, tuvieron que oir de boca del Papa Francisco un rotundo llamamiento a luchar contra la corrupción, “un virus social, un fenómeno que lo infecta todo,siendo los pobres y la madre Tierra los más perjudicados”.
Llegó el Papa a toda velocidad desde Puerto Maldonado, y volvió a darse un baño de masas en su camino hacia el Palacio presidencial. Allí lo recibió el presidente y su esposa, pero también los responsables de las empresas explotadoras de la Amazonía, a quienes Francisco lanzó una primera andanada: “La degradación del medio ambiente no se puede separar de la degradación moral”.
“Perú es tierra de esperanza, que invita y desafía a la unidad de todo su pueblo”, pero “sobre esta esperanza apunta una sombra, se cierne una amenaza”, señaló el Papa. ¿Cuál es? “La manera en cómo estamos despojando a la Tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida”.
“Unidos para defender la esperanza -prosiguió- significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a un modelo de desarrollo caduco, pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental”.
Y esto exige “escuchar, reconocer a los pueblos locales como interlocutores válidos”, y las principales víctimas de los “efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, provocan muchos proyectos”.
En concreto, añadió, “la minería informal“, que se ha convertido “en un peligro que destruye la vida de personas”, en un “proceso de degradación” promovido por organizaciones que “someten a hermanos nuestros a la trata, al trabajo informal y a otros males que afectan a su dignidad, y a la vez a la dignidad de esta nación”.
Por ello, el Papa pidió “estar muy atentos a esa otra forma de degradación ambiental que contamina todo el entramado vital: la corrupción”. “Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos, y a las democracias de este bendito continente ese virus social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre Tierra los más perjudicados”, denunció.
Una lucha “que nos compromete a todos”, en una “mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil. Y no excluyo a las entidades eclesiásticas. La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”.
Y, directamente, pidió a los responsables políticos a “empeñarse en este sentido, para brindar a su pueblo y a su tierra la seguridad y el sentir de quePerú es un espacio de esperanza y oportunidad, pero para todos… no para unos pocos”.
“Para que todo peruano pueda sentir que este país es suyo, no de otro, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su próximo y ayudar al otro cuando lo necesita. Una tierra en la que puede hacer realidad su propio futuro, y forjar un Perú que tenga espacio para todas sus sangres”, culminó el Pontífice.
Discurso del Papa:
Señor Presidente,
miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
distinguidas autoridades,
representantes de la sociedad civil,
señoras y señores, amigos todos:
Al llegar a esta histórica casa doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha concedido de pisar suelo peruano. Quisiera que mis palabras fueran de saludo y gratitud para cada uno de los hijos e hijas de este pueblo que supo mantener y enriquecer su sabiduría ancestral a lo largo del tiempo y es, sin lugar a dudas, uno de sus principales patrimonios.
Gracias señor Pedro Pablo Kuczynski, Presidente de la Nación, por la invitación a visitar el país y por las palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos.
Vengo a Perú bajo el lema «unidos por la esperanza». Permítanme decirles que mirar esta tierra es de por sí un motivo de esperanza.
Parte de vuestro territorio está compuesto por la Amazonia, que he visitado esta mañana y que constituye en su globalidad el mayor bosque tropical y el sistema fluvial más extenso del planeta. Este «pulmón» como se lo ha querido llamar, es una de las zonas de gran biodiversidad en el mundo pues alberga las más variadas especies.
Poseen ustedes una riquísima pluralidad cultural cada vez más interactuante que constituye el alma de este pueblo. Alma marcada por valores ancestrales como son la hospitalidad, el aprecio por el otro, el respeto y gratitud con la madre tierra y la creatividad para los nuevos emprendimientos como, asimismo, la responsabilidad comunitaria por el desarrollo de todos que se conjuga en la solidaridad, mostrada tantas veces ante las diversas catástrofes vividas.
En este contexto, quisiera señalar a los jóvenes, ellos son el presente más vital que posee esta sociedad; con su dinamismo y entusiasmo prometen e invitan a soñar un futuro esperanzador que nace del encuentro entre la cumbre de la sabiduría ancestral y los ojos nuevos que brinda la juventud.
Y me alegra también un hecho histórico: saber que la esperanza en esta tierra tiene rostro de santidad. Perú engendró santos que han abierto caminos de fe para todo el continente americano; y por nombrar tan sólo a uno, como Martín de Porres, hijo de dos culturas, mostró la fuerza y la riqueza que nace en las personas cuando se concentran en el amor. Y podría continuar largamente esta lista material e inmaterial de motivos para la esperanza. Perú es tierra de esperanza que invita y desafía a la unidad de todo su pueblo. Este pueblo tiene la responsabilidad de mantenerse unido precisamente para defender, entre otras cosas, todos estos motivos de esperanza.
Sobre esta esperanza apunta una sombra, se cierne una amenaza. «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo».[1] Esto se manifiesta con claridad en la manera en la que estamos despojando a la tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida. La pérdida de selvas y bosques implica no sólo la pérdida de especies, que incluso podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, sino una pérdida de relaciones vitales que terminan alterando todo el ecosistema.[2]
En este contexto, «unidos para defender la esperanza» significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a «un modelo de desarrollo ya caduco pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental».[3] Y esto exige escuchar, reconocer y respetar a las personas y a los pueblos locales como interlocutores válidos. Ellos mantienen un vínculo directo con la tierra, conocen sus tiempos y procesos y saben, por tanto, los efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, están provocando muchos proyectos. Entonces se altera todo el entramado vital que constituye la nación. La degradación del medio ambiente, lamentablemente, no se puede separar de la degradación moral de nuestras comunidades. No podemos pensarlas como dos instancias distintas.
A modo de ejemplo, la minería informal se ha vuelto un peligro que destruye la vida de personas; los bosques y ríos son devastados con toda la riqueza que ellos poseen. Todo este proceso de degradación conlleva y promueve organizaciones por fuera de las estructuras legales que degradan a tantos hermanos nuestros sometiéndolos a la trata -nueva forma de esclavitud-, al trabajo informal, a la delincuencia… y a otros males que afectan gravemente su dignidad y, a la vez, la de esta nación.
Trabajar unidos para defender la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma -muchas veces sutil- de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese «virus» social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compete a todos. «Unidos para defender la esperanza», implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos.
A quienes ocupan algún cargo de responsabilidad, sea en el área que sea, los animo y exhorto a empeñarse en este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos y no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita; una tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro. Y así forjar un Perú que tenga espacio para «todas las sangres»[4], en el que pueda realizarse «la promesa de la vida peruana».[5]
Quiero renovar junto a ustedes el compromiso de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación, en este empeño mancomunado de seguir trabajando para que Perú continúe siendo una tierra de esperanza.
Que santa Rosa de Lima interceda por cada uno de ustedes y por esta bendita Nación.
Nuevamente gracias.
__________________________________
[1] Carta enc. Laudato si’, 104.
[2] Cf. ibíd., 32.
[3] Mensaje Urbi et Orbi, Navidad 2017.
[4] José María Arguedas, Todas las sangres, Buenos Aires (1964).
[5] Jorge Basadre, La promesa de la vida peruana, Lima (1958).
[00065-ES.01] [Texto original: Español]
Homilía del Papa en la explanada de Huanchaco
Misa en Trujillo: “Los peruanos no tienen derecho a dejarse robar la esperanza”
(Texto completo)
20 ENERO 2018REDACCIONVIAJES PONTIFICIOS
Homilía Del Papa Francisco En Trujillo. Captura Vatican Media
(ZENIT – 20 enero 2018).- “Los peruanos, en este momento de la historia, no tienen derecho a dejarse robar la esperanza”, ha señalado el Papa Francisco en la Misa de Trujillo. “No hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo”.
El Papa argentino, ha reflexionado en la homilía a partir del pasaje del Evangelio de las vírgenes prudentes, en la Misa celebrada en la explanada de Huanchaco, el sábado 20 de enero de 2018, en Trujillo, ciudad costera del norte de Perú.
“En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para no naturalizar lo que nos hace daño, lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la esperanza”. El «sicariato», la falta de oportunidades educativas y laborales, o la falta de techo seguro para tantas familias “pueden estar azotando estas costas”; ha advertido el Papa Francisco.
El Pontífice ha invitado a llenar siempre las vidas de Evangelio: “Quiero estimularlos a que sean una comunidad que se deje ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo renueva todo, lo conforta todo”.
Así, Francisco ha asegurado que en Jesús, “tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos para sostenernos unos a otros” y en Jesús, “Dios nos hace comunidad creyente que sabe sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y transformar las múltiples adversidades”.
RD
Sigue el texto completo de la homilía del Papa Francisco en Trujillo
Homilía del Papa Francisco
Estas tierras tienen sabor a Evangelio. Todo el entorno que nos rodea, con este inmenso mar de fondo, (aplauso) nos ayuda a comprender mejor la vivencia que los apóstoles tuvieron con Jesús; y hoy, también nosotros, estamos invitados a vivirla. Me alegra saber que han venido desde distintos lugares del norte peruano para celebrar esta alegría del Evangelio.
Los discípulos de ayer, como tantos de ustedes hoy, se ganaban la vida con la pesca. Salían en barcas, como algunos de ustedes siguen saliendo en los «caballitos de totora», y tanto ellos como ustedes con el mismo fin: ganarse el pan de cada día. En eso se juegan muchos de nuestros cansancios cotidianos: poder sacar adelante a nuestras familias y darles lo que las ayudará a construir un futuro mejor.
Esta «laguna con peces dorados», como la han querido llamar, ha sido fuente de vida y bendición para muchas generaciones. Supo nutrir los sueños y las esperanzas a lo largo del tiempo.
Ustedes, al igual que los apóstoles, conocen la bravura de la naturaleza y han experimentado sus golpes. Así como ellos enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe del «Niño costero», cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir sus hogares. También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes (aplauso).
A esta eucaristía traemos también ese momento tan difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe. Queremos unirnos a Jesús. Él conoce el dolor y las pruebas; Él atravesó todos los dolores para poder acompañarnos en los nuestros. Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas. No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio del dolor nos entrega su mano.
Estos sacudones cuestionan y ponen en juego el valor de nuestro espíritu y de nuestras actitudes más elementales. Entonces nos damos cuenta de lo importante que es no estar solos sino unidos, estar llenos de esa unión que es fruto del Espíritu Santo.
¿Qué les pasó a las muchachas del Evangelio que hemos escuchado? De repente, sienten un grito que las despierta y las pone en movimiento. Algunas se dieron cuenta que no tenían el aceite necesario para iluminar el camino en la oscuridad, otras en cambio, llenaron sus lámparas y pudieron encontrar e iluminar el camino que las llevaba hacia el esposo. En el momento indicado cada una mostró de qué había llenado su vida.
Lo mismo nos pasa a nosotros. En determinadas circunstancias nos damos cuenta con qué hemos llenado nuestra vida. ¡Qué importante es llenar nuestras vidas con ese aceite que permite encender nuestras lámparas en las múltiples situaciones de oscuridad y encontrar los caminos para salir adelante!
Sé que, en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y estas tierras tenían el aceite para ir corriendo y ayudarse como verdaderos hermanos. Estaba el aceite de la solidaridad, de la generosidad que los puso en movimiento y fueron al encuentro del Señor con innumerables gestos concretos de ayuda. En medio de la oscuridad junto a tantos otros fueron cirios vivos que iluminaron el camino con manos abiertas y disponibles para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza.
En la lectura del Evangelio, podemos observar cómo las muchachas que no tenían aceite se fueron al pueblo a comprarlo. En el momento crucial de su vida, se dieron cuenta de que sus lámparas estaban vacías, de que les faltaba lo esencial para encontrar el camino de la auténtica alegría. Estaban solas y así quedaron fuera de la fiesta. Hay cosas, como bien saben, que no se improvisan y mucho menos se compran. El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza. Con esa actitud dan el mayor testimonio evangélico:
El Señor nos dice: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35). Porque la fe nos abre a tener un amor concreto, de obras, de manos tendidas, de compasión; que sabe construir y reconstruir la esperanza cuando parece que todo se pierde. Así nos volvemos partícipes de la acción divina, esa que nos describe el apóstol Juan cuando nos muestra a Dios que enjuga las lágrimas de sus hijos. Y esta tarea divina Dios la hace con la misma ternura que una madre busca secar las lágrimas de sus hijos. Qué linda pregunta la que nos hará el Señor: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?
Otras tormentas pueden estar azotando estas costas y, en la vida de los hijos de estas tierras, tienen efectos devastadores. Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor de nuestro espíritu. Se llaman violencia organizada como el «sicariato» y la inseguridad que esto genera; la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; o la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros; así como tantas otras situaciones que ustedes conocen y sufren, que como los peores huaicos destruyen la confianza mutua tan necesaria para construir una red de contención y esperanza. Huaicos que afectan el alma y nos preguntan por el aceite que tenemos para hacerles frente.
Muchas veces nos interrogamos sobre cómo enfrentar estas tormentas, o cómo ayudar a nuestros hijos a salir adelante frente a estas situaciones. Quiero decirles: no hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo. Llenen siempre sus vidas de Evangelio. Quiero estimularlos a que sean una comunidad que se deje ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo renueva todo, lo conforta todo. En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para no naturalizar lo que nos hace daño, lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la esperanza. Los peruanos, en este momento de la historia no tienen derecho a dejarse robar la esperanza.
En Jesús, tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos para sostenernos unos a otros y hacerle frente a aquello que quiere llevarse lo mejor de nuestras familias. En Jesús, Dios nos hace comunidad creyente que sabe sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y transformar las múltiples adversidades; comunidad amante porque no permite que nos crucemos de brazos. Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una oportunidad para la esperanza. (Aplauso)
Sé del amor que esta tierra tiene a la Virgen, y sé cómo la devoción a María los sostiene siempre llevándolos a Jesús. Pidámosle a ella que nos ponga bajo su manto y que nos lleve siempre a su Hijo; pero digámoselo cantando con esa hermosa marinera: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor».
¿Se animan a cantarla? La cantamos juntos. ¿Quién empieza a cantar? Virgencita de la puerta… ¿El coro tampoco? Pues entonces se lo decimos, no lo cantamos.
«Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor». Otra vez: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor».
© Librería Editorial Vaticano
[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 94.
[2] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 260.
[3] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1.
Discurso del Santo Padre en la Celebración Mariana
PERÚ – Trujillo – 20.01.2018 – 16.45
Virgen de la Puerta – Plaza de Armas
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco a Mons. Héctor Miguel sus palabras de bienvenida en nombre de todo el Pueblo de
Dios que peregrina en estas tierras.
En esta hermosa e histórica plaza de Trujillo que ha sabido impulsar sueños de libertad para todos
los peruanos nos congregamos hoy para encontrarnos con la «Mamita de Otuzco». Sé de los muchos
kilómetros que tantos de ustedes han realizado para estar hoy aquí, reunidos bajo la mirada de la Madre.
Esta plaza se transforma así en un santuario a cielo abierto en el que todos queremos dejarnos mirar por la
Madre, por su maternal y tierna mirada. Madre que conoce el corazón de los norteños peruanos y de
tantos otros lugares; ha visto sus lágrimas, sus risas, sus anhelos. En esta plaza se quiere atesorar la
memoria de un Pueblo que sabe que María es Madre y no abandona a sus hijos.
La casa se viste de fiesta de manera especial. Nos acompañan las imágenes venidas desde distintos
rincones de esta región. Junto a la querida Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, saludo y doy la
bienvenida a la Santísima Cruz de Chalpón de Chiclayo, al Señor Cautivo de Ayabaca, la Virgen de las
Mercedes de Paita, el Divino Niño del Milagro de Eten, la Virgen Dolorosa de Cajamarca, la Virgen de la
Asunción de Cutervo, la Inmaculada Concepción de Chota, Nuestra Señora de Alta Gracia de
Huamachuco, Santo Toribio de Mogrovejo de Tayabamba —Huamachuco—, la Virgen Asunta de
Chachapoyas, la Virgen de la Asunción de Usquil, la Virgen del Socorro de Huanchoco, las reliquias de
los Mártires Conventuales de Chimbote.
Cada comunidad, cada rinconcito de este suelo viene acompañado por el rostro de un santo, el
amor a Jesucristo y a su Madre. Y contemplar que donde haya una comunidad, donde haya vida y
corazones latiendo y ansiosos por encontrar motivos para la esperanza, para el canto, para el baile, para
una vida digna… allí está el Señor, allí encontramos a su Madre y también el ejemplo de tantos santos
que nos ayudan a permanecer alegres en la esperanza.
Con ustedes doy gracias por la delicadeza de nuestro Dios. Él busca la forma de acercarse a cada
uno de la manera que pueda recibirlo y así nacen las más distintas advocaciones. Expresan el deseo de
nuestro Dios por querer estar cerca de cada corazón porque el idioma del amor de Dios siempre se
pronuncia en dialecto, no tiene otra forma de hacerlo, y además resulta esperanzador ver cómo la Madre
asume los rasgos de los hijos, la vestimenta, el dialecto de los suyos para hacerlos parte de su bendición.
María siempre será una Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque
el amor busca todos los medios para amar y ser amado. Todas estas imágenes nos recuerdan la ternura
con que Dios quiere estar cerca de cada poblado, de cada familia, de vos, de mí, de todos.
Sé del amor que le tienen a la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco que hoy junto a ustedes,
quiero declarar: Virgen de la Puerta, «Madre de Misericordia y de la Esperanza».
Francisco rezó por los enfermos Desde el balcón de la Nunciatura
“Están enfermos y quisieron venir”
Redacción, 21 de enero de 2018 a las 10:04
El papa Francisco rezó hoy por los enfermos que se acercaron a la Nunciatura Apostólica de Lima a verlo, tras su viaje a la ciudad de Trujillo, en el norte de Perú, donde ofreció una multitudinaria misa.
“Muchas gracias por venir a saludarme, antes de entrar saludé a todos los hermanos que están enfermos, ahora todos nosotros vamos a mirarlos y vamos a rezar por ellos”, dijo Francisco desde el balcón de la Nunciatura a las personas que se encontraban a la expectativa de su retorno a Lima.
“Están enfermos y quisieron venir”, agregó Francisco antes de rezar con todos un Padre Nuestro y un Ave María.
Francisco se acercó a saludar a los niños y ancianos enfermosque lo esperaban, acompañados por monjas y sacerdotes, en los exteriores de la Nunciatura, en el distrito limeño de Jesús María.
Tras el rezo y la bendición a los pacientes, el pontífice les pidió a los cientos de personas reunidas en el lugar que se fueran a casa “pensando en estos enfermos y pidiéndole a la Virgen que esté cerca de ellos”.
Ante las protestas de la gente, Francisco insistió en que “se está haciendo tarde y tienen que llegar a casa, tienen que dormir, y tienen que dejar dormir a la gente que vive aquí”.
Mañana domingo, en el último día de su visita a Perú, el papa rezará el Angelus en la plaza de armas de Lima, se reunirá con monjas en el templo de las Nazarenas y oficiará una misa en la base aérea de Las Palmas para un millón de personas.
RD/Agencias
Francisco, a las monjas de clausura
“Recen por la Iglesia peruana, tentada de desunión”
:”¿Saben lo que es la monja chismosa? ¡Es terrorista!”
“La Iglesia no las tolera, la Iglesia las necesita (…) Sean faros de unidad, misioneras para los necesitados”
Jesús Bastante, 21 de enero de 2018 a las 15:59
– Más de medio millar de religiosas contemplativas se encontraron con el Papa ante el santuario del Señor de los Milagros, uno de los más venerados en el Perú. Uno de los pocos lienzos que ha resistido los embates de los terremotos que, ‘de a poquito’, asolan este país. Tal vez el mejor lugar encontrarse con las monjas de clausura y reivindicar su papel “como faro de la Iglesia”.
“La Iglesia no las tolera, la Iglesia las necesita“, indicó Francisco a las religiosas, a quienes pidió que “recen mucho por la unidad de esta amada Iglesia peruana, porque está tentada de desunión. A ustedes le encomiendo la unidad: la unidad de la Iglesia, de los agentes pastorales, de los consagrados, del clero y los obispos”.
El rezo de la hora tercia fue el primer acto público de una maratoniana jornada con la que concluirá el viaje de Francisco a Chile y Perú. Una semana agotadora e intensa, que el papa quiso iniciar rezando con las religiosas, que normalmente tampoco tienen ocasión de encontrarse, ‘encerradas’ como están entre sus muros. “Al verlas a ustedes aquí me viene un mal pensamiento: que aprovecharon para salir del convento y dar un paseito“, bromeó el Pontífice, quien quiso mandar un abrazo “a mis cuatro carmelos de Buenos Aires”.
Ante las contemplativas, el Papa pidió “renovar día a día el gozo de sabernos hijos”, a través de la oración, que “es el núcleo de vuestra vida consagrada, es el modo de cultivar la experiencia de amor que sostiene nuestra fe, y es una oración siempre misionera”.
Porque la oración “no rebota en los muros del convento y vuelve para atrás”, sino que “logra unirse a los hermanos” por un hilo indivisible: el amor. “El amor lo es todo, abarca todos los tiempos y lugares. El amor es eterno”, decía Santa Teresita. “Es un regalo ser misioneras del amor para los más necesitados“, apuntó el Papa.
“Vuestra vida en clausura logra un alcance misionero y fundamental en la vida en la Iglesia”, apuntó el Papa: “rezan e intervienen por muchos hermanos presos, refugiados y perseguidos; por las personas en paro, por los pobres, enfermos, por las víctimas de dependencia…”. Son, en definitiva, “como los amigos que llevaron al paralítico ante el Señor para que los sanara… No tenían vergüenza. Eran sin-vergüenzas, pero bien dicho. Sean sinvergüenzas, no tengan vergüenza de hacer con la oración que la miseria de los hombres se acerque al poder de Dios”.
Gracias a la oración, con la que “acercan al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que no pueden alcanzarlo, para experimentar su misericordia sanadora… por vuestra oración, ustedes curan las llagas de tantos hermanos”, agradeció el Papa, reivindicando que “la vida de clausura no encierra ni encoge el corazón, sino que lo ensancha“.
“¡Ay de la monja que tiene el corazón encogido! Por favor, busque un remedio. No se puede ser monja contemplativa con el corazón encogido. Que vuelva a respirar, que vuelva a ser un corazón grande”, pidió. Y es que “las monjas encogidas son monjas que han perdido la fecundidad, que no son madres, se quejan de todo… No sé, amargadas. Siempre están buscando un tiquismiquis para quejarse”.
“En el convento no hay lugar para las coleccionistas de las injusticias, sino para las que quieren llevar la cruz fecunda, la del amor, la cruz que da la vida”, recordó el Papa, quien animó a seguir adelante para “sentir de un modo nuevo la frustración o desventura de tantos hermanos, víctimas de esta cultura del descarte de nuestro tiempo. Que la intercesión por los necesitados sea la característica de vuestra misión”. Y, cuando sea posible, añadió, “ayúdenlos, no solo con la oración, sino también con un servicio concreto. Cuántos conventos de ustedes, sin faltar a la clausura, en algunos momentos de locutorio pueden hacer tanto bien”.
Y, especialmente, una oración por la unidad. “¡Cuánto necesitamos de la unidad de la Iglesia! Que todos sean uno. Cuánto necesitamos que los bautizados sean uno, que los consagrados sean uno, que los sacerdotes sean uno, que los obispos sean uno”. De ahí la encomienda del Papa a rezar por la unidad de la Iglesia, frente al demonio y sus chismes.
“El demonio es mentiroso, y además es chismoso. Busca dividir, quiere que en la comunidad unas hablen mal de la otras”, subrayó Bergoglio, quien fue especialmente duro en este sentido. “¿Saben lo que es la monja chismosa? ¡Es terrorista! Tira la bomba, destruye y se va tranquilo. Monjas terroristas no, sin chismes”.
“Esfuércense en la vida fraterna, haciendo que cada monasterio sea un faro que pueda iluminar en medio de la división. Ayuden a profetizar que esto es posible”, pidió Francisco. “No dejen de dar el testimonio de la vocación en fidelidad, así la vida se hace anuncio del amor de Dios”
“A veces Jesús termina en el calvario, pues andá vos tras él”, clamó. “El mismo Señor dice que es camino, que es luz y que nadie puede ir al padre sino por él”.
“Sepan una cosa: la Iglesia no las tolera a ustedes, las necesita”, culminó el Papa, pues “con su vida fiel, sean faros, e indiquen a aquel que es camino, verdad y vida, al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia”. Y un último pedido: “Recen por la Iglesia, por los pastores, por los consagrados, por las familias, por los que sufren, por los que hacen daño y destruyen tanta gente. Por los que explotan a sus hermanos. Y por favor, siguiendo la lista de pecadores, no se olviden de rezar por mí”.
Palabras del papa Francisco
Queridas hermanas de los diversos monasterios de vida contemplativa:
¡Qué bueno es estar aquí, en este Santuario del Señor de los Milagros, tan frecuentado por los peruanos, para pedirle su gracia y para que nos muestre su cercanía y su misericordia! Él, que es «faro que guía, que nos ilumina con su amor divino». Al verlas a ustedes aquí, me da la impresión que aprovecharon la visita para pasear un poco. Gracias Madre Soledad por sus palabras de bienvenida y a todas ustedes que «desde el silencio del claustro caminan siempre a mi lado».
Escuchamos las palabras de san Pablo, recordándonos que hemos recibido el espíritu de adopción filial que nos hace hijos de Dios (cf. Rm 8,15-16). Esas pocas palabras condensan la riqueza de toda vocación cristiana: el gozo de sabernos hijos. Esta es la experiencia que sustenta nuestras vidas, la cual quiere ser siempre una respuesta agradecida a ese amor. ¡Qué importante es renovar día a día este gozo!
Un camino privilegiado que tienen ustedes para renovar esta certeza es la vida de oración, comunitaria y personal. Ella es el núcleo de vuestra vida contemplativa, y es el modo de cultivar la experiencia de amor que sostiene nuestra fe, y como bien nos decía la Madre Soledad, una oración que es siempre misionera.
La oración misionera es la que logra unirse a los hermanos en las variadas circunstancias en la que estos se encuentran y rezar para que no les falte el amor y la esperanza. Así lo decía santa Teresita del Niño Jesús: «Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase el amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno… en el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor».[1]
¡Ser el amor! Es saber estar al lado del sufrimiento de tantos hermanos y decir con el salmista: «En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo» (Sal 117,5). Así vuestra vida en clausura logra tener un alcance misionero y universal y «un papel fundamental en la vida de la Iglesia. Rezan e interceden por muchos hermanos y hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos; por tantas familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que algunas situaciones que son cada día más urgentes. Ustedes son como los amigos que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara (cf. Mc 2,1-12). Por la oración, día y noche, acercan al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas situaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia sanadora, mientras que Él los espera para llenarlos de gracias. Por vuestra oración ustedes curan las llagas de tantos hermanos».[2]
Por esto mismo podemos afirmar que la vida de clausura no encierra ni encoge el corazón sino que lo ensancha por el trato con el Señor y lo hace capaz de sentir de un modo nuevo el dolor, el sufrimiento, la frustración, la desventura de tantos hermanos que son víctimas en esta «cultura del descarte» de nuestro tiempo. Que la intercesión por los necesitados sea la característica de vuestra plegaria. Y cuando sea posible ayúdenlos, no sólo con la oración, sino también con el servicio concreto.
La oración de súplica que se hace en sus monasterios sintoniza con el Corazón de Jesús que implora al Padre para que todos seamos uno, así el mundo creerá (cf. Jn 17,21). ¡Cuánto necesitamos de la unidad en la Iglesia! ¡Hoy y siempre! Unidos en la fe. Unidos por la esperanza. Unidos por la caridad. En esa unidad que brota de la comunión con Cristo que nos une al Padre en el Espíritu y, en la Eucaristía, nos une unos con otros en ese gran misterio que es la Iglesia. Les pido, por favor, que recen mucho por la unidad de esta amada Iglesia peruana.
Esfuércense en la vida fraterna, haciendo que cada monasterio sea un faro que pueda iluminar en medio de la desunión y la división. Ayuden a profetizar que esto es posible. Que todo aquel que se acerque a ustedes pueda pregustar la bienaventuranza de la caridad fraterna, tan propia de la vida consagrada y tan necesitada en el mundo de hoy y en nuestras comunidades.
Cuando se vive la vocación en fidelidad, la vida se hace anuncio del amor de Dios. Les pido que no dejen de dar ese testimonio. En esta Iglesia de Nazarenas Carmelitas Descalzas, me permito recordar las palabras de la Maestra de vida espiritual, santa Teresa de Jesús: «Si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino. […] Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede nadie ir al Padre sino por Él».[3]
Queridas hermanas, la Iglesia las necesita. Sean faros con su vida fiel e indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida, al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia.[4]
Recen por la Iglesia, por los pastores, por los consagrados, por las familias, por los que sufren, por los que hacen daño, por los que explotan a sus hermanos. Y no se olviden, por favor, de rezar por mí.
_________________________
[1] Manuscritos autobiográficos, Lisieux (1957), 227-229.
[2] Const. ap. Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina (29 junio 2016), 16.
[3] Libro de las Moradas, VI, cap. 7, n. 6.
[4] Cf. Const. ap. Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina (29 junio 2016), 6.
Oración del Papa Francisco a los santos peruanos
Santos peruanos: “Ayúdanos a ser Iglesia en salida, acercándonos a todos”
21 ENERO 2018REDACCIONVIAJES PONTIFICIOS
(ZENIT – 21 enero 2018).- El primer Papa americano ha rezado ante las reliquias de los santos peruanos en la Catedral de San Juan Apóstol y Evangelista, en Lima.
A las 10:30 horas, tras visitar el Santuario del Señor de los Milagros en Lima, el Santo Padre ha querido permanecer un momento orando antes los restos de los santos del país: Santa Rosa de Lima, san Martín de Porres, santo Toribio de Mogrovejo, san Francisco Solano y san Juan Macías.
Cerca de 2.500 fieles estaban presentes en el templo catedralicio– informa la Santa Sede– entre los que había sacerdotes, religiosos, seminaristas, miembros de movimientos eclesiales y agentes de pastoral.
El Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne ha acompañado al Pontífice en su visita, y también los sacerdotes del Capítulo de la Catedral Metropolitana.
El Papa Francisco ha rezado una oración delante de las reliquias de estos santos peruanos y ha depositado unas flores ante las urnas de los santos.
Oración del Papa Francisco
Dios y Padre nuestro,
que por medio de Jesucristo
has instituido tu Iglesia
sobre la roca de los Apóstoles,
para que guiada por el Espíritu Santo
sea en el mundo signo e instrumento
de tu amor y misericordia,
te damos gracias por los dones
que has obrado en nuestra Iglesia en Lima.
Te agradecemos de manera especial
la santidad florecida en nuestra tierra.
Nuestra Iglesia arquidiocesana,
fecundada por el trabajo apostólico
de santo Toribio de Mogrovejo;
engrandecida por la oración,
penitencia y caridad de santa Rosa de Lima
y san Martín de Porres;
adornada por el celo misionero
de san Francisco Solano
y el servicio humilde de san Juan Macías;
bendecida por el testimonio de vida cristiana
de otros hermanos fieles al Evangelio,
agradece tu acción en nuestra historia
y te suplica ser fiel a la herencia recibida.
Ayúdanos a ser Iglesia en salida,
acercándonos a todos,
en especial a los menos favorecidos;
enséñanos a ser discípulos misioneros
de Jesucristo, el Señor de los Milagros,
viviendo el amor, buscando la unidad
y practicando la misericordia
para que, protegidos por la intercesión
de Nuestra Señora de la Evangelización,
vivamos y anunciemos al mundo
el gozo del Evangelio.
Discurso a los obispos peruanos
Papa pide a los obispos “anunciar el Evangelio a todos”
“Quiero que trabajen por la unidad, no se queden presos de divisiones que paralizan la misión”
“Eviten cualquier tipo de coqueteo mundano, que nos ata las manos por unas migajas”
Jesús Bastante, 21 de enero de 2018 a las 17:14
(J. Bastante).- “Un obispo callejero, con suelas gastadas por andar, recorrer, salir al encuentro para anunciar el Evangelio a todos, sin miedo y sin asco, porque el Evangelio es para todo el pueblo”. El Papa Francisco rezó ante las reliquias de cinco santos peruanos. Uno de ellos, Santo Toribio de Mogrovejo, le sirvió para poner a los obispos del país delante de su espejo, y para reivindicar el modelo de pastor que busca para la Iglesia.
Un obispo, Toribio, que en pleno siglo XVI, supo ser un pastor de periferias. El mejor ejemplo que debían mirar los obispos del Perú de este siglo XXI, más preocupados por la división que por la unidad. A diferencia de otros discursos, el de hoy fue de leer entre líneas, de entender los caminos trazados por prelados con olor a oveja, y no encerrados en sus palacios, y dejándose “comprar la libertad por unas migajas”.
Comenzó el Papa recordando estos “días intensos y gratificantes”, donde “pude escuchar en vivo las distintas realidades que conforman nuestras tierras, compartir con el santo pueblo fiel de Dios, que nos hace tanto bien. Gracias por la oportunidad de poder tocar la fe del pueblo que Dios les ha confiado”.
Volviendo a Santo Toribio, el Papa habló a los obispos de un cuadro que se conserva en el Vaticano, donde se le representa como un nuevo Moisés, llevando detrás a los santos y a la multitud. “Fue el hombre que quiso llegar a las otras orillas”, con continuas visitas pastorales, “tratando de llegar allí donde se les necesitaba, y cuando se le necesitaba”.
Un obispo que, “de 22 años de episcopado, 18 los pasó fuera de Lima, recorriendo por tres veces su territorio”. Para Francisco, “la única forma de pastorear era estar cerca”. Un obispo que “quiso llegar a la otra orilla, no sólo geográfica, sino cultural”, promoviendo una evangelización en lengua nativa, con catecismos en quechua y aimara, “e invitó al clero a que conocieran el lenguaje de los suyos”. “Pienso en la reforma litúrgica de Pío XII”, recordó el Papa, avalando la misa en lengua vernácula.
“A nosotros, como pastores del siglo XXI, también nos toca aprender un lenguaje completamente nuevo, como es el digital”, señaló el Papa, para “poder despertar procesos en la vida de una persona, para que la fe arraigue y sea significativa. Y para eso tenemos que hablar su lenguaje”.
“Anímense a hablar su lengua, con sus culturas”, pidió el Papa a los obispos recordando Puerto Maldonado. En el diálogo posterior (que pese a las dificultades de sonido, pudo escucharse a retazos), reclamó a los prelados “ser audaces con la Amazonía”.
Toribio también “quiso llegar a la otra orilla de la caridad”, porque “la evangelización no puede quedarse lejos de la realidad”. “Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano”
También el obispo Mogrovejo supo denunciar “los abusos y excesos que sufrían la población, y no le tembló el pulso, en 1585, cuando excomulgó al corregidor de Carratango, enfrentándose a todo un sistema de corrupción”. En un Perú como el actual, azotado por la corrupción, Francisco clamó por “no tener miedo de denunciar los abusos y excesos que se cometen en su pueblo”, pues “la caridad siempre va acompañada de la justicia. No hay auténtica evangelización que no anuncie y denuncie toda falta contra la vida de nuestros hermanos, especialmente, contra la vida de los más vulnerables”.
“Es una alerta: eviten cualquier tipo de coqueteo mundano, que nos ata las manos por unas migajas. ¿La libertad?, la del Evangelio”, advirtió Francisco.
Y, en definitiva, Santo Toribio quiso “llegar a la otra orilla, la de la humanidad”, promoviendo los espacios de comunión y participación, también dentro de la Iglesia, aun reconociendo que “las diferencias existen”.
“Es imposible una vida sin conflicto, pero esto nos enseña, si somos hombres y cristianos, a asumirlos en unidad, en diálogo sincero, mirándonos a la cara y cuidándonos de ocultar lo que pasó o quedarnos sin horizontes que no sean de unidad”.
“Quiero que los obispos trabajen por la unidad, no se queden presos de divisiones que paralizan la misión a la que hemos llamado”, exhortó Francisco. “Sean sacramento de comunión. Ver cómo se amaban. Esa era, es y será la mejor evangelización”.
Palabras del Papa a los obispos:
Queridos hermanos en el episcopado:
Gracias por las palabras que me han dirigido el señor Cardenal Arzobispo de Lima, y el Señor Presidente de la Conferencia Episcopal en nombre de todos los presentes. Deseaba estar aquí con ustedes. Mantengo un vivo recuerdo de su visita ad limina del año pasado.
Los días transcurridos entre ustedes han sido muy intensos y gratificantes. Pude escuchar y vivir las distintas realidades que conforman estas tierras y compartir de cerca la fe del santo Pueblo fiel de Dios, que nos hace tanto bien. Gracias por la oportunidad de poder «tocar» la fe del Pueblo, que Dios les ha confiado.
El lema de este viaje nos habla de unidad y de esperanza. Es un programa arduo, pero a la vez provocador, que nos evoca las proezas de santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de esta Sede y patrono del episcopado latinoamericano, un ejemplo de «constructor de unidad eclesial», como lo definió mi predecesor san Juan Pablo II en su primer Viaje Apostólico a esta tierra.[1]
Es significativo que este santo Obispo sea representado en sus retratos como un «nuevo Moisés». Como saben, se custodia en el Vaticano un cuadro en el que aparece santo Toribio atravesando un río caudaloso, cuyas aguas se abren a su paso como si se tratase del mar Rojo, para que pudiera llegar a la otra orilla donde lo espera un numeroso grupo de nativos. Detrás de santo Toribio hay una gran multitud de personas, que es el pueblo fiel que sigue a su pastor en la tarea de la evangelización.[2] Esta hermosa imagen me «da pie» para centrar en ella mi reflexión con ustedes. Santo Toribio, el hombre que quiso llegar a la otra orilla.
Lo vemos desde el momento en que asume el mandato de venir a estas tierras con la misión de ser padre y pastor. Dejó terreno seguro para adentrarse en un universo totalmente nuevo, desconocido y desafiante. Fue hacia una tierra prometida guiado por la fe como «garantía de los bienes que se esperan» (Hb 11,1). Su fe y su confianza en el Señor lo impulsó, e impulsará a lo largo de toda su vida a llegar a la otra orilla, donde Él lo esperaba en medio de una multitud.
1. Quiso llegar a la otra orilla en busca de los lejanos y dispersos. Para eso tuvo que dejar la comodidad del obispado y recorrer el territorio confiado, en continuas visitas pastorales, tratando de llegar y estar allí donde se lo necesitaba, y ¡cuánto se lo necesitaba! Iba al encuentro de todos por caminos que, al decir de su secretario, eran más para las cabras que para las personas. Tenía que enfrentar los más diversos climas y geografías, «de 22 años de episcopado, 18 los pasó fuera de su ciudad recorriendo por tres veces su territorio».[3] Sabía que esta era la única forma de pastorear: estar cerca proporcionando los auxilios divinos, exhortación que también realizaba continuamente a sus presbíteros. Pero no lo hacía de palabra sino con su testimonio, estando él mismo en la primera línea de la evangelización. Hoy le llamaríamos un Obispo «callejero». Un obispo con suelas gastadas por andar, por recorrer, por salir al encuentro para «anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie».[4] ¡Cómo sabía esto santo Toribio! Sin miedo y sin asco se adentró en nuestro continente para anunciar la buena nueva.
2. Quiso llegar a la otra orilla no sólo geográfica sino cultural. Fue así como promovió por muchos medios una evangelización en la lengua nativa. Con el tercer Concilio Limense, procuró que los catecismos fueran realizados y traducidos en quechua y aymara. Impulsó al clero a que estudiara y conociera el idioma de los suyos para poder administrarles los sacramentos de forma comprensible. Visitando y viviendo con su Pueblo se dio cuenta de que no alcanzaba llegar tan sólo físicamente, sino que era necesario aprender a hablar el lenguaje de los otros, sólo así, llegaría el Evangelio a ser entendido y penetrar en el corazón. ¡Cuánto urge esta visión para nosotros, pastores del siglo XXI!, que nos toca aprender un lenguaje totalmente nuevo como es el digital, por citar un ejemplo. Conocer el lenguaje actual de nuestros jóvenes, de nuestras familias, de los niños… Como bien supo verlo santo Toribio, no alcanza solamente llegar a un lugar y ocupar un territorio, es necesario poder despertar procesos en la vida de las personas para que la fe arraigue y sea
significativa. Y para eso tenemos que hablar su lengua. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de nuestras ciudades y de nuestros pueblos.[5] La evangelización de la cultura nos pide entrar en el corazón de la cultura misma para que ésta sea iluminada desde adentro por el Evangelio.
- Quiso llegar a la otra orilla de la caridad. Para nuestro patrono la evangelización no podía darse lejos de la caridad. Porque sabía que la forma más sublime de la evangelización era plasmar en la propia vida la entrega de Jesucristo por amor a cada uno de los hombres. Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano (cf. 1 Jn 3,10). En sus visitas pudo constatar los abusos y los excesos que sufrían las poblaciones originarias, y así no le tembló el pulso, en 1585, cuando excomulgó al corregidor de Cajatambo, enfrentándose a todo un sistema de corrupción y tejido de intereses que «arrastraba la enemistad de muchos», incluyendo al Virrey.[6] Así nos muestra al pastor que sabe que el bien espiritual no puede nunca separarse del justo bien material y tanto más cuando se pone en riesgo la integridad y la dignidad de las personas. Profecía episcopal que no tiene miedo a denunciar los abusos y excesos que se cometen frente a su pueblo. Y de este modo logra recordar al interno de la sociedad y de sus comunidades que la caridad siempre va acompañada de la justicia y Xno hay auténtica evangelización que no anuncie y denuncie toda falta contra la vida de nuestros hermanos, especialmente de los más vulnerables.
4. Quiso llegar a la otra orilla en la formación de sus sacerdotes. Fundó el primer seminario postconciliar en esta zona del mundo, impulsando de esta manera la formación del clero nativo. Entendió que no bastaba llegar a todos lados y hablar la misma lengua, era necesario que la Iglesia pudiera engendrar a sus propios pastores locales y así se convirtiera en madre fecunda. Para ello defendió la ordenación de los mestizos -cuando estaba muy discutida la misma- buscando alentar y estimular a que el clero, si se tenía que diferenciar en algo, era por la santidad de sus pastores y no por la procedencia racial.[7] Y esta formación no se limitaba solamente al estudio en el seminario, sino que proseguía en las continuas visitas que les realizaba. Allí podía ver de primera mano el «estado de sus curas», preocupándose por ellos. Cuenta la leyenda que en las vísperas de Navidad su hermana le regaló una camisa para que la estrenara en las fiestas. Ese día fue a visitar a un cura y al ver la situación en que vivía, se sacó su camisa y se la entregó.[8] Es el pastor que conoce a sus sacerdotes. Busca alcanzarlos, acompañarlos, estimularlos, amonestarlos -le recordó a sus curas que eran pastores y no comerciantes y por lo tanto, habrían de cuidar y defender a los indios como a hijos-.[9] Pero no lo hace desde «el escritorio», y así puede conocer a sus ovejas y ellas reconocen en su voz, la voz del Buen Pastor.
5. Quiso llegar a la otra orilla, la de la unidad. Promovió de manera admirable y profética la formación e integración de espacios de comunión y participación entre los distintos integrantes del Pueblo de Dios. Así lo señaló san Juan Pablo II cuando, en estas tierras, hablándole a los obispos decía: «El tercer Concilio Limense es el resultado de ese esfuerzo, presidido, alentado y dirigido por santo Toribio, y que fructificó en un precioso tesoro de unidad en la fe, de normas pastorales y organizativas a la vez que en válidas inspiraciones para la deseada integración latinoamericana».[10] Bien sabemos, que esta unidad y consenso fue precedida de grandes tensiones y conflictos. No podemos negar las tensiones, las diferencias; es imposible una vida sin conflictos. Estos nos exigen, si somos hombres y cristianos, mirarlos de frente y asumirlos. Pero asumirlos en unidad, en diálogo honesto y sincero, mirándonos a la cara y cuidándonos de caer en tentación, o de ignorar lo que pasó o quedar prisioneros y sin horizontes que ayuden a encontrar caminos que sean de unidad y de vida. Resulta inspirador, en nuestro camino de Conferencia Episcopal, recordar que la unidad siempre prevalecerá sobre el conflicto.[11] Queridos hermanos, trabajen para la unidad, no se queden presos de divisiones que parcializan y reducen la vocación a la que hemos sido llamados: ser sacramento de comunión. No se olviden que lo que atraía de la Iglesia primitiva era cómo se amaban. Esa era, es y será la mejor evangelización.
6. A santo Toribio le llegó el momento de cruzar hacia la orilla definitiva, hacia esa tierra que lo esperaba y que iba degustando en su continuo dejar la orilla. Este nuevo partir, no lo hacía solo. Al igual que el cuadro que les comentaba al inicio, iba al encuentro de los santos seguido de una gran muchedumbre a sus espaldas. Es el pastor que ha sabido cargar «su valija» con rostros y nombres. Ellos eran su pasaporte al cielo. Y fue tan así que no quisiera dejar de lado el acorde final, el momento en que el pastor entregaba su alma a Dios. Lo hizo junto a su pueblo y un aborigen le tocaba la chirimía para que el alma de su pastor se sintiera en paz. Ojalá, hermanos, que cuando tengamos que emprender el último viaje podamos vivir estas cosas. Pidamos al Señor que nos lo conceda.[12]
Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
_______________________________________
[1] Discurso al episcopado peruano (2 febrero 1985), 3.
[2] Cf. Milagro de santo Toribio, Pinacoteca vaticana.
[3] Jorge Mario Bergoglio, Homilía en la celebración Eucarística, Aparecida (16 mayo 2007).
[4] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 23.
[5] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 74.
[6] Cf. Ernesto Rojas Ingunza, El Perú de los Santos, en: Kathy Perales Ysla (coord.), Cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo, Lima (2016), 57.
[7] Cf. José Antonio Benito Rodríguez, Santo Toribio de Mogrovejo, en: Kathy Perales Ysla (coord.), Cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo, 178.
[8] Cf. ibíd., 180.
[9] Cf. Juan Villegas, Fiel y evangelizador. Santo Toribio de Mogrovejo, patrono de los obispos de América Latina, Montevideo (1984), 22.
[10] Juan Pablo II, Discurso al episcopado peruano (2 febrero 1985), 3.
[11] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 226-230.
[12] Cf. Jorge Mario Bergoglio, Homilía en la celebración Eucarística, Aparecida (16 mayo 2007).
Diálogo con obispos:
“¿Qué le pasa a Perú que si sale un presidente inmediatamente va preso?”
Francisco: “El diaconado permanente es una de las cosas que tenemos que pensar en serio”
“Vamos hacia un capitalismo liberal inhumano que hace daño a la gente”
Jesús Bastante, 21 de enero de 2018 a las 20:04
(J. B./Agencias).- “¿Qué le pasa a Perú que cuando sale un presidente inmediatamente va preso? Humala preso, Toledo con pedido de prisión, Alan García cuestionado…y presos con rabia, ¿no?”. Tras su discurso, el Papa mantuvo un diálogo improvisado con el episcopado peruano, en el que Bergoglio aseguró que la política en Latinoamérica sufre una “gran decadencia y corrupción“.
Así, Bergoglio citó el caso de la constructora brasileña Odebrecht, en el que han estado implicados Gobiernos de varios países de Latinoamérica y aseguró que “es solo una parque chiquita”. “Creo que la política está en crisis, muy en crisis en América Latina por corrupción” y que sólo se entiende el “lenguaje de la corrupción”, señaló, citando a los paraísos fiscales.
“Se estaba buscando un camino hacia la Patria Grande, y de golpe cruzamos hacia un capitalismo liberal inhumano que hace daño a la gente“, sentenció el Papa, quien también criticó las cárceles superpobladas, e invitó a los obispos a “no hacer politiquería porque soy amigo de tal o cual obispo”.
“No descuidemos eso, si caemos en manos de gente que solo entiende el lenguaje de la corrupción estamos fritos. Ahí sí. El juego político es muy difícil. A nosotros nos pone en dificultad como pastores, no es fácil evangelizar a un político”, aseguró.
Ante una cuestión sobre la Amazonía, el Papa ha confesado que “allí me sentí muy emocionado” y que “me dio un poco de vergüenza” cuando los indígenas le impusieron los adornos de vivos colores.
En su opinión, el diaconado permanente “es una de las cosas que tenemos que pensar en serio,pero hay ya un Sínodo sobre la Amazonía (en 2019), y el Papa no puede hablar antes. Así que se arreglen los padres sinodales para hacer las propuestas”.
Francisco les ha invitado a ser paternales con los sacerdotes pues “sin paternidad, los presbíteros se caen o le tienen miedo al obispo, y se apartan o le mienten. Quizá nos haga bien examinarnos sobre nuestra paternidad”.
Cuando alguno se porte mal deben aplicar medidas disciplinarias, “pero nunca tomen una decisión irreversible sobre un sacerdote sin un proceso antes. No dar una patada y echarlo”.
A los jóvenes en el Angelus
“No pierdan la esperanza (…) Jesús quiere verlos en movimiento”
El Papa se despide de los jóvenes peruanos: “El corazón no se puede ‘photoshopear’”
“Jesús te quiere como sos, con tus defectos, pero así como sos. No te maquilles el corazón”
Jesús Bastante, 21 de enero de 2018 a las 18:19
- B.).- “No podemos hacerle photoshop a los demás, a la realidad o a nosotros. Déjenme decirles que el corazón no se puede ‘photoshopear’, porque ahí es donde se juega el amor verdadero”. En una abarrotada plaza de Armas de Lima, el Papa rezó el Angelus con varios miles de jóvenes, a quienes recordó que “Jesús quiere verlos en movimiento”.
“Sus rostros, sus búsquedas sus vidas, son importantes para la Iglesia”, arrancó el Papa, quien pidió a los jóvenes “la valentía de no asustarse de amar y jugarse la vida por Jesús”. Poniendo el ejemplo del mulato San Martín de Porres, Francisco invitó a “no cansarse nunca de confiar”, porque “a cada uno de nosotros el Señor nos confía algo, y la respuesta es confiar en él”.
“Hay muchas situaciones que nos vienen encima y pareciera que nos fuéramos quedando fuera del Mundial”, apuntó el Papa (Perú finalmente sí estará en Rusia 2018). Aun en esos momentos, “seguir confiando”. “No pierdan el deseo de sus vidas, de sus sueños, Jesús está a su lado. No se den por vencidos, no pierdan la esperanza“.
Y algo más: “Jesús quiere verlos en movimiento. A vos te quiere ver llevar adelante tus ideales, y que te animes a seguir sus instrucciones. Él le llevará por el camino de las Bienaventuranzas, que no es fácil pero es apasionante. No se puede recorrer solo, hay que hacerlo en equipo”.
“Jesús cuenta contigo, como lo hizo hace mucho tiempo con santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Juan Macías, san Juan Francisco Solano y tantos otros”, señaló el Papa. Y “te pregunta a vos, ¿estás dispuesto, dispuesta, a seguirlo?”
“Queridos amigos: el Señor los mira con esperanza, nunca se desanima de nosotros. A veces nos pasa que nos desanimamos de un amigo, que nos parecía bueno y después nos dio de lado. Así y todo, Jesús no se desanima de vos”, indicó el Papa.
“Es muy lindo ver las fotos arregladas digitalmente, pero eso solo sirve para las fotos. No podemos hacerle photoshop a los demás, a la realidad, ni a nosotros. Los filtros de colores y la alta definición sólo andan bien en los vídeos, pero nunca podemos aplicárselo a los amigos. Hay fotos que son mu lindas, pero están todas trucadas. Déjenme decirle que el corazón no se puede ‘photoshopear’, porque ahí es donde se juega el amor verdadero, y muestras cómo es de verdad tu corazón”, apuntó Francisco, quien, señaló, “Jesús no quiere que te maquillen el corazón, él te quiere así como sos, y tiene un sueño para realizar con cada uno de ustedes”.
“Jesús te quiere como sos, con tus defectos, con ganas de corregirse, pero así como sos. No te maquilles el corazón“, repitió el Papa. “Cuando Jesús nos mira no piensa en lo perfecto, sino en todo el amor que tenemos en el corazón para brindar y para seguirlo a él. Para él eso es lo importante. Eso es lo más grande”.
Antes de rezar el Angelus, el Papa quiso recordar las “noticias preocupantes desde la República Democrática del Congo”, pidiendo a las autoridades de “ese amado país que pongan su máximo empeño y esfuerzo a fin de evitar toda forma de violencia y buscar soluciones en favor del bien común”.
Palabras del Papa antes del rezo del Angelus:
Queridos jóvenes: Me alegra poder reunirme con ustedes. Estos encuentros para mí son muy importantes y más en este año en el cual nos preparamos para el Sínodo sobre los jóvenes. Sus rostros, sus búsquedas, sus vidas, son importantes para la Iglesia y debemos darle la importancia que se merecen y tener la valentía que tuvieron muchos jóvenes de esta tierra que no se asustaron de amar y jugársela por Jesús.
¡Queridos amigos, cuántos ejemplos tienen ustedes! Pienso en san Martín de Porres. Nada le impidió a ese joven cumplir sus sueños, nada le impidió gastar su vida por los demás, nada le impidió amar y lo hizo porque había experimentado que el Señor lo había amado primero. Así como era: mulato, y teniendo que enfrentar muchas privaciones. A los ojos humanos, o de sus amigos, parecía que tenía todo para «perder» pero él supo hacer algo que sería el secreto de su vida: confiar. Confió en el Señor que lo amaba, ¿saben por qué? Porque el Señor había confiado primero en él; como confía en cada uno de ustedes y no se cansará nunca de confiar.
Me podrán decir: pero hay veces que se vuelve muy difícil. Los entiendo. En esos momentos pueden venir pensamientos negativos, sentir que hay muchas situaciones que se nos vienen encima y pareciera que nos vamos quedando «fuera del mundial»; pareciera que nos van ganando. Pero no es así, ¿verdad?
Hay momentos donde pueden sentir que se quedan sin poder realizar el deseo de sus vidas, de sus sueños. Todos hemos pasado situaciones así. Queridos amigos, en esos momentos donde parece que se apaga la fe no se olviden que Jesús está a su lado. ¡No se den por vencidos, no pierdan la esperanza! No se olviden de los santos que desde el cielo nos acompañan; acudan a ellos, recen y no se cansen de pedir su intercesión. Esos santos de ayer pero también de hoy: esta tierra tiene muchos, porque es una tierra «ensantada». Busquen la ayuda, el consejo de personas que ustedes saben que son buenas para aconsejar porque sus rostros muestran alegría y paz. Déjense acompañar por ellas y así andar el camino de la vida.
Jesús quiere verlos en movimiento; quiere verte llevar adelante tus ideales, y que te animes a seguir sus instrucciones. Él los llevará por el camino de las bienaventuranzas, un camino nada fácil pero apasionante, un camino que no se puede recorrer sólo, sino en equipo, donde cada uno puede colaborar con lo mejor de sí. Jesús cuenta contigo como lo hizo hace mucho tiempo con santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Juan Macías, san Francisco Solano y tantos otros. Hoy te pregunta a vos si, al igual que ellos, estás dispuesto a seguirlo. ¿Estás dispuesto a seguirlo? ¿A dejarte impulsar por su Espíritu para hacer presente su Reino de justicia y amor?
Queridos amigos, el Señor los mira con esperanza, nunca se desanima de nosotros. Quizás nosotros sí podemos desanimarnos de nosotros mismos o de los demás.
Sé que es muy lindo ver las fotos arregladas digitalmente, pero eso sólo sirve para las fotos, no podemos hacerle «photoshop» a los demás, a la realidad, ni a nosotros. Los filtros de colores y la alta definición sólo van bien en los videos, pero nunca podemos aplicárselos a los amigos. Hay fotos que son muy lindas, pero están todas trucadas y déjenme decirles que el corazón no se puede «photoshopear», porque ahí es donde se juega el amor verdadero, ahí se juega la felicidad.
Jesús no quiere que te «maquillen» el corazón; Él te ama así como eres y tiene un sueño para realizar con cada uno de ustedes. No se olviden: Él no se desanima de nosotros. Y si ustedes se desaniman los invito a agarrar la Biblia y recordar a los amigos que Dios se eligió:
Moisés era tartamudo; Abrahán, un anciano; Jeremías, muy joven; Zaqueo, uno de baja estatura; los discípulos, cuando Jesús les decía que tenían que rezar, se dormían; Pablo, un perseguidor de cristianos; Pedro, lo negó… y así podríamos seguir esta lista. ¿Qué excusa queremos poner?
Cuando Jesús nos mira, no piensa en lo perfecto somos, sino en todo el amor que tenemos en el corazón para brindar y servir a los demás. Para Él eso es lo importante y siempre va a insistir en lo mismo -no se fija en tu altura, si hablas bien o mal, si te duermes rezando, si eres muy joven o un anciano. La única pregunta es: ¿Quieres seguirme y ser mi discípulo?-. ¡No gastes en disfrazar tu corazón, llena tu vida del Espíritu!
Él espera una y otra vez para donarnos su Espíritu, que es el Amor que Dios quiere derramar en nuestros corazones, para hacernos sus discípulos misioneros.
En el seguimiento de Jesús, uno nunca, pero nunca, se queda fuera. Aunque cometas errores; siempre el Señor nos regala una nueva oportunidad para volver a caminar con Él.
Queridos jóvenes: En mi oración los pongo en manos de la Virgen. Tengan por seguro que Ella los acompañará en todos los momentos de su vida, en todas las encrucijadas de sus caminos, especialmente cuando tengan que tomar decisiones importantes; allí estará Ella, como buena Madre, impulsándolos, sosteniéndolos para que no se desanimen. Y si por esas cosas te desanimas, no te preocupes que se lo dirá a Jesús. Solamente no dejes de rezar, no dejes de pedir, no dejes de confiar en su maternal protección.
Homilía en la misa en Las Palmas
HOY EL SEÑOR TE INVITA A CAMINAR CON ÉL TU CIUDAD”, CLAMA ANTE UN MILLÓN DE FIELES
Apoteosis final del Papa en Perú: “No tengan miedo de hacer de esta historia una historia de salvación”
“Jesús ha llegado hasta Lima como un renovado antídoto ante la globalización de la indiferencia”
Jesús Bastante, 21 de enero de 2018 a las 22:58
El Papa se despide de LimaAgencias
¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?
(Jesús Bastante).- Apoteosis final de Francisco en Perú. Más de un millón de personas se dieron cita en la misa celebrada en la Base aérea Las Palmas, en una emocionante cita que demostró cómo, a diferencia de lo acaecido en Chile, donde se vieron varios claros, todo el país se volcó con la visita papal. Y Francisco correspondió con una llamada al compromiso: “Hoy el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, tu ciudad. Te invita a que seas su discípulo misionero“.
“¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?”, se preguntó, tomando como base el Evangelio en el que Jesús comienza su predicación en la ciudad. Y los apóstoles, dejando las redes, le siguieron.
“Un Dios en movimiento. El Señor se pone en camino, va a Nínive, a Galilea, a Lima, a Trujillo, a Puerto Maldonado…”, subrayó el Papa, y se mezcla “en la vida cotidiana, entre tus anhelos y desvelos, en la intimidad del hogar y en el ruido ensordecedor de nuestras calles. Es allí, en medio de los caminos polvorientos de la Historia, donde el Señor viene a tu encuentro“.
En las ciudades, “donde las situaciones de dolor e injusticia, pueden generar la tentación de huir, escondernos. Y razones no nos faltan”, constató el Papa, quien admitió que en las ciudades “existen muchos ‘no-ciudadanos’, ciudadanos a medias, o los sobrantes urbanos, que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para una vida digna”.
“Muchas veces entre estos sobrantes se encuentran rostros de niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro”, lamentó Francisco, que constató cómo, al ver estas situaciones, se puede provocar “el síndrome de Jonás: un espacio de huida y desconfianza, para la indiferencia, que nos transforma en anónimos y sordos para los demás, seres impersonales de corazón cauterizado, y con esta actitud lastimamos el alma de este pueblo noble”.
Citando a Benedicto XVI, Bergoglio insistió en que “una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado, es una sociedad cruel e inhumana “. Y, frente a esto, Jesús, que camina, empezando “a sembrar el inicio de la mayor esperanza. El reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros”.
También entre los centenares de miles de fieles que llenaron la última misa del Papa en Perú. “Ha llegado hasta Lima para comprometerse como un renovado antídoto ante la globalización de la indiferencia. Ante este amor no se puede permanecer indiferente”.
“Vivir hoy lo que tiene sabor a eternidad: el amor al prójimo” esa es la clave, y lo hace “suscitando la ternura y el amor de misericordia, la compasión y abriendo los ojos” “Jesús nos invita a generar nuevos lazos, nuevas alianzas portadoras de eternidad”, apeló.
“Jesús camina a la ciudad. Lo hace con sus discípulos, y comienza a ver y escuchar a los que habían sucumbido por el pecado de la indiferencia o el pecado de la corrupción”, en unas “situaciones que asfixiaban la esperanza de su pueblo”. Pero, aún así, Jesús “invita a sus discípulos a caminar la ciudad,les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala nuevas urgencias”.
“Conviértanse, el Reino de los cielos es encontrar a Dios que se implica“, subrayó. “No tengan miedo de hacer de esta historia una historia de salvación“. Porque hoy, como entonces, “Jesús sigue caminando por nuestras calles, golpeando puertas, corazones, para volver a encender la esperanza y los anhelos”, y que “la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad, y la violencia callada con las armas de la paz”.
“Jesús sigue caminando y nos invita a involucrarnos como fermento allá donde estemos, en ese rinconcito de todos los días”, añadió, abogando por un Reino de los cielos, que se encuentra “allí donde no tengamos miedo de generar espacios” para que los ciegos vean o los sordos oigan. Porque “Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a cada uno de sus hijos”, pero hacen falta profetas y testigos.
“Hoy el Señor te invita a caminar con él la ciudad. Te invita a caminar con él tu ciudad. Te invita a que sea discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida”, terminó el Papa, y sonó a compromiso.
Homilía del Papa:
«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícales el mensaje que te digo» (Jon 3,2). Con estas palabras, el Señor se dirigía a Jonás poniéndolo en movimiento hacia esa gran ciudad que estaba a punto de ser destruida por sus muchos males. También vemos a Jesús en el Evangelio de camino hacia Galilea para predicar su buena noticia (cf. Mc 1,14). Ambas lecturas nos revelan a Dios en movimiento de cara a las ciudades de ayer y de hoy. El Señor se pone en camino: va a Nínive, a Galilea… a Lima, a Trujillo, a Puerto Maldonado… aquí viene el Señor. Se pone en movimiento para entrar en nuestra historia personal, concreta. Lo hemos celebrado hace poco: es el Emmanuel, el Dios que quiere estar siempre con nosotros. Sí, aquí en Lima, o en donde estés viviendo, en la vida cotidiana del trabajo rutinario, en la educación esperanzadora de los hijos, entre tus anhelos y desvelos; en la intimidad del hogar y en el ruido ensordecedor de nuestras calles. Es allí, en medio de los caminos polvorientos de la historia, donde el Señor viene a tu encuentro.
Algunas veces nos puede pasar lo mismo que a Jonás. Nuestras ciudades, con las situaciones de dolor e injusticia que a diario se repiten, nos pueden generar la tentación de huir, de escondernos, de zafar. Y razones, ni a Jonás ni a nosotros nos faltan. Mirando la ciudad podríamos comenzar a constatar que existen «ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar -y eso nos alegra-, el problema está en que son muchísimos los “no ciudadanos”, “los ciudadanos a medias” o los “sobrantes urbanos”»[1] que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna y duele constatar que muchas veces entre estos «sobrantes humanos» se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro.
Y al ver estas cosas en nuestras ciudades, en nuestros barrios -que podrían ser un espacio de encuentro y solidaridad, de alegría- se termina provocando lo que podemos llamar el síndrome de Jonás: un espacio de huida y desconfianza (cf. Jon 1,3). Un espacio para la indiferencia, que nos transforma en anónimos y sordos ante los demás, nos convierte en seres impersonales de corazón cauterizado y, con esta actitud, lastimamos el alma del pueblo. Como nos lo señalaba Benedicto XVI, «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. […] Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana».[2]
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. A diferencia de Jonás, Jesús, frente a un acontecimiento doloroso e injusto como fue el arresto de Juan, entra en la ciudad, entra en Galilea y comienza desde ese pequeño pueblo a sembrar lo que sería el inicio de la mayor esperanza: El Reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros. Y el Evangelio mismo nos muestra la alegría y el efecto en cadena que esto produce: comenzó con Simón y Andrés, después Santiago y Juan (cf. Mc 1,14-20) y, desde esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta nosotros para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante ese Amor, no se puede permanecer indiferentes.
Jesús invitó a sus discípulos a vivir hoy lo que tiene sabor a eternidad: el amor a Dios y al prójimo; y lo hace de la única manera que lo puede hacer, a la manera divina: suscitando la ternura y el amor de misericordia, suscitando la compasión y abriendo sus ojos para que aprendan a mirar la realidad a la manera divina. Los invita a generar nuevos lazos, nuevas alianzas portadoras de eternidad.
Jesús camina la ciudad con sus discípulos y comienza a ver, a escuchar, a prestar atención a aquellos que habían sucumbido bajo el manto de la indiferencia, lapidados por el grave pecado de la corrupción. Comienza a develar muchas situaciones que asfixiaban la esperanza de su pueblo suscitando una nueva esperanza. Llama a sus discípulos y los invita a ir con Él, los invita a caminar la ciudad, pero les cambia el ritmo, les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala
nuevas urgencias. Conviértanse, les dice, el Reino de los Cielos es encontrar en Jesús a Dios que se mezcla vitalmente con su pueblo, se implica e implica a otros a no tener miedo de hacer de esta historia, una historia de salvación (cf. Mc 1,15.21 y ss.).
Jesús sigue caminando por nuestras calles, sigue al igual que ayer golpeando puertas, golpeando corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos: que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz. Jesús sigue invitando y quiere ungirnos con su Espíritu para que también nosotros salgamos a ungir con esa unción, capaz de sanar la esperanza herida y renovar nuestra mirada.
Jesús sigue caminando y despierta la esperanza que nos libra de conexiones vacías y de análisis impersonales e invita a involucrarnos como fermento allí donde estemos, donde nos toque vivir, en ese rinconcito de todos los días. El Reino de los cielos está entre ustedes -nos dice- está allí donde nos animemos a tener un poco de ternura y compasión, donde no tengamos miedo a generar espacios para que los ciegos vean, los paralíticos caminen, los leprosos sean purificados y los sordos oigan (cf. Lc 7,22) y así todos aquellos que dábamos por perdidos gocen de la Resurrección. Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a sus hijos. ¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?
Hoy el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, tu ciudad. Te invita a que seas su discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!
________________________
[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 74.
[2] Carta enc. Spe salvi, 38.
Papa Francisco responde a la prensa peruana sobre el caso Sodalicio
En su visita al Perú, el papa Francisco no habló sobre los abusos en el Sodalicio; sin embargo, en el vuelo de regreso a Roma decidió pronunciarse. La pregunta la hizo el periodista de La República, Ghiovani Hinojosa.
LaRepublica.pe, 22 Ene 2018 | 10:00 h
El papa Francisco y su respuesta ante el caso Sodalicio y la corrupción.
El papa Francisco, después de terminar su visita al Perú, respondió ante la prensa peruana sobre el escándalo de abusos cometidos dentro del Sodalicio de Vida Cristiana.
En diálogo con los medios en el viaje de vuelta a Roma, el santo padre también se pronunció sobre el caso de corrupción conocido como Odebrecht y dejó un mensaje a los peruanos.
A continuación te mostramos la respuesta textual que ofreció el papa Francisco ante una pregunta que hizo Ghiovani Hinojosa, enviado especial de La República.
Su santidad, en el Perú la clase política ha defraudado al pueblo, con actos de corrupción e indultos negociados, pero también lo han hecho algunos miembros de la Iglesia, basta ver a las víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana esperando justicia. ¿Qué respuesta da usted a ambos casos?
Primero, el problema de la corrupción. Yo no sabría responderte históricamente sobre el progreso de la corrupción, o históricamente en otros sectores del mundo. Yo sé que en algunos países de Europa hay mucha corrupción. En Latinoamérica hay muchos focos de corrupción, ahora está de moda hablar de Odebrecht, por ejemplo, pero eso es un botón de muestra. El origen de la corrupción es, yo diría, el pecado original que te lleva. Yo escribí un librito una vez, muy pequeño, que se llama “Pecado y corrupción”, y el lema que he sacado es: pecador sí, corrupto no. Todos somos pecadores, pero yo sé que todos nosotros buscamos acá, al menos yo hago la voluntad de mi parte y pienso bien de ustedes que lo hacen, cuando se encuentran en un pecado fuerte: esto está mal, acá me porté mal con un amigo o robé, o hice esto, me drogué, y entonces me freno y trato de no hacerlo. Bueno, está el perdón de Dios sobre todo eso.
Yo al pecado no le tengo miedo, le tengo miedo a la corrupción, y la corrupción ya te va viciando el alma y el cuerpo, y un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás. La corrupción es como esos pantanos chupaderos que tu pisas y quieres salir y das un paso y te vas más dentro, más dentro, y te chupó. Es una ciénaga. Sí, es la destrucción de la persona humana.
Claro, el político tiene mucho poder, también el empresario tiene mucho poder. El empresario que le paga la mitad a sus obreros es un corrupto, y un ama de casa que está acostumbrada y cree que es lo más normal explotar a las mucamas, sea con el sueldo o sea con el modo de tratarlas, es una corrupta, porque ya lo toma como normal. Una vez recuerdo una conversación que tuve con una persona, profesional, me decía cómo llevaba la cosa, joven, tendría 30 años, y él me decía que trataba al personal doméstico de una manera nada noble, mencionaba las cosas que hacía con el personal doméstico, yo le dije pero usted no puede hacer eso, eso es pecado. Padre, me dice, no vamos a comparar a esa gente conmigo. Esa gente está para eso. Es lo que piensa el tratante sexual, el tratante de trabajo esclavo, los corruptos.
¿En la Iglesia hay corrupción? Sí. Hay casos de corrupción en la Iglesia, en la historia de la iglesia siempre los hubo, hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego de la corrupción. Y esto me sirve de puente para lo del Sodalicio.
El Sodalicio empezó con un caso de una persona que parecía muy de mucha virtud… murió e investigándola un día se descubrió que tenía doble vida. Es el primer caso del Sodalicio que yo conozco, esto hace 20, 25 años atrás. Y después una denuncia ya de abuso, no solo sexual, sino de abuso de manipulación de consciencia, para con el fundador. El proceso del fundador entró en la Santa Sede, se le dio una condena, no se lo expulsó del Sodalicio, sino vive solo, una persona lo atiende, él se declara inocente de estas pruebas que hubo en el juicio y apeló a la Signatura Apostólica, que es la Suprema Corte de Justicia del Vaticano. La causa está en apelación, por los datos que tengo saldrá en menos de un mes, lleva un año el proceso, en menos de un mes saldrá, pero ¿qué sucedió ahora?, ese juicio fue gatillo para que otras víctimas de esa persona hicieran juicio civil y eclesial, entonces, si la Signatura Apostólica pone fin a este juicio primero, sea a favor o en contra, ya no tiene sentido porque ahora sí hay cosas mucho más graves que dirá la justicia, pero son varios casos graves e intervino la justicia civil, lo cual en estos casos de abuso siempre es conveniente, porque es un derecho, y creo, por lo que sé, pero no estoy muy al tanto, que la cosa es bastante desfavorable al fundador. Por otro lado, no era una situación personal solamente, había cosas ahí no del todo claras.
Hace casi 2 años yo mandé un visitador al Sodalicio, en la persona del cardenal Tobin, obispo de Newark. El cardenal Tobin hace la visita y descubre cosas que no entiende, que no están claras, nombra a dos veedores económicos, y este es el tercer abuso que también rozaba al fundador: manejo económico. Y después del estudio recomienda comisariar el Sodalicio. Llegó la carta de él hace 4 semanas, se estudió el caso y hace 2 semanas se nombró un comisario. Hoy día el Sodalicio está comisariado por la Santa Sede por todo esto. Un caso parecido, diría en el procedimiento, no en las acusaciones, es el de los Legionarios, que ya fue resuelto en su momento por el papa Benedicto XVI, que en eso estuvo muy firme y muy fuerte, Benedicto no toleraba esas cosas y yo aprendí de él a no tolerarlas también. El estado jurídico hoy día del Sodalicio es el comisariamiento, y a la vez sigue la visita apostólica.
Si los obispos llevaran los mensajes de Cristo a los feligreses mas alejados que hermoso seria péro soy realista no se puede esperar milagros